Hablar del trabajo de DosJotas (1982) implica, necesariamente, hablar de una forma de ver la ciudad contemporánea. Para este artista madrileño, de hecho, la ciudad representa un campo de acción e intervención crítica. O, por decirlo con sus palabras, un “terreno concreto donde cuestionar y criticar nuestra sociedad, nuestros hábitos y nuestras ideas”.
Según la conocida teoría del sociólogo francés Pierre Bourdieu, un “campo” representa una “trama o configuración de relaciones objetivas entre posiciones”. En este sentido, si consideramos la ciudad como un espacio (físico y simbólico) en el que confluyen relaciones sociales y donde se estructuran posiciones de poder, en función de la distribución del capital material y cultural, inevitablemente, la ciudad se puede convertir en un complejo campo de acción e intervención. Y es precisamente en este campo donde DosJotas, a través de la ironía y la provocación, pone de manifiesto las contradicciones y las tensiones presentes en la sociedad contemporánea; contradicciones y tensiones que, por ser tan evidentes, a veces tienden a pasar inadvertidas.
Las intervenciones artísticas de DosJotas son formas de reivindicación en el escenario público y buscan suscitar la reflexión del espectador, sea éste un transeúnte de la calle o el visitante de un espacio expositivo. La intención siempre es la de crear un cortocircuito informativo, esto es: una interrupción del flujo comunicativo de los códigos y significados hegemónicos que circulan en la sociedad. Falsificando, plagiando y tuneando señales, logotipos o anuncios publicitarios, DosJotas transmite mensajes de resistencia urbana, a través de (como él lo define) “el lenguaje del poder en contra del poder”.
En esta entrevista repasamos con él algunos de sus proyectos más recientes y hablamos de varios temas, como (entre otros) la diferencia entre el arte y la decoración, la gentrificación o su sentirse a la vez artista y activista.
En 2016 el artista norteamericano más vendido en las subastas internacionales fue Jean-Michel Basquiat. Ya ha llovido mucho desde cuando, a finales de los setenta, él iba pintando la escrita “SAMO is dead” en los muros del barrio SoHo de Manhattan. ¿Está todo fenómeno artístico destinado, tarde o temprano, a quedar absorbido por el mercado?
Más que de mercado, hablaría del propio sistema del arte. Todo puede ser absorbido, no hay formato, técnica o provocación que no sea asimilada, aunque el mayor problema no es la asimilación en sí, sino cómo se banalizan ciertos trabajos en favor del mercado, cómo se obvia el significado o el contexto de muchas obras, convirtiéndolas en meros objetos decorativos. Se asume la lógica del mercado sin cuestionamientos.
Otro factor es cómo todo arte quiere ser visto, es decir hay infinidad de propuestas fuera del mercado y del sistema, pero finalmente se manejan los mismos códigos que en la institución, una exposición al uso. Tal vez no existe tal asimilación si se está en contra del sistema pero se juega con sus mismas reglas.
Sé que no te sientes cómodo con definiciones, hoy en día bastante abusadas, como “street art”, “graffiti” etc. Puesto que estoy de acuerdo contigo en que, en general, no tiene sentido encasillar el trabajo de un artista dentro de etiquetas excesivamente esquemáticas, me gustaría saber cómo definirías tú mismo tus intervenciones. ¿Qué es lo que hace DosJotas?
Lo definiría como interrupciones, ya sea en el terreno urbano o dentro de una sala, siempre intento que el espectador dentro de su cotidianidad pueda ir más allá y tenga la oportunidad de reflexionar sobre los problemas y conflictos que le rodean, lo suelo definir como el lenguaje del poder en contra del poder.
Una de tus prácticas distintivas es precisamente el “hacking” de los códigos convencionales de la comunicación dominante (señales callejeras; logotipos comerciales; propaganda política; estereotipos publicitarios etc.) que revisas, falsificas y subviertes para transmitir mensajes de reivindicación que ponen de manifiesto las contradicciones y las tensiones que existen en el espacio público urbano (un espacio que estaría en teoría predispuesto para el encuentro de todos, pero que, en realidad, parece ser cada vez más tierra de conquista para unos pocos). ¿Te consideras más un artista o un activista? ¿O las dos cosas a la vez?
Posiblemente sean las dos cosas a la vez. Por un lado, mi trabajo de calle espero que sea leído por el viandante como activismo o como una acción anónima que no le intenta vender nada más allá de una reflexión, poniendo el foco en temas comunes que afectan a la mayoría pero que obvian. Por otro lado, está el terreno artístico con el cual siempre he estado relacionado de pequeño, con el graffiti, después en la universidad y ahora con mi “trabajo”. Pero finalmente, tanto en uno como en el otro, busco lo mismo, la reflexión, incluso la contradicción.
Un tema (entre muchos otros) que has abordado en varias ocasiones es el de la gentrificación. Pienso, por ejemplo, en la exposición homónima, comisariada por Ana García Alarcón y presentada, en 2015, en Espacio Trapecio de Madrid, o en el proyecto Cuarto SEMI amueblado, comisariado por Susana Blas, en 2016, en el espacio autogestionado El cuarto de invitados. ¿Puede ser el arte una forma de resistencia a la mercantilización de nuestras ciudades?
El arte puede ser tanto una herramienta de resistencia como de potenciación a la gentrificación. Los artistas somos agentes gentrificadores aunque no queramos, ya en los años 70-80 en el Soho de Nueva York, los artistas fueron atraídos por los bajos precios de alquiler y los grandes espacios. Más tarde, esos mismos artistas no podían pagar los alquileres y se tuvieron que ir. Actualmente la palabra “gentrificación” parece estar de moda, como si fuera nueva, lo malo es que no lo es. Se habla de gentrificación en procesos prácticamente acabados, el desarrollo no se da en un año o dos, es algo que ocurre con muchos años. Por ejemplo Malasaña, posiblemente la zona más gentrificada de Madrid, siempre ha sido un lugar de moda, ya desde la Movida madrileña era el sitio donde había que ir, lo más “cool”, y al igual que la Movida, Malasaña se aburguesó. Posiblemente la forma más sensata de resistencia sea la conciencia y el posicionamiento de cada persona frente a los procesos de gentrificación.
Otro elemento típico de tu trabajo es la ironía. En una entrevista dijiste que últimamente estás tirando hacia una ironía más sangrienta que en el pasado. ¿Cómo ha evolucionado, a lo largo del tiempo, este recurso en tu trabajo?
La ironía siempre está presente, al igual que el humor. Ambas se han ido refinando en unos principios más evidentes, después más sutiles, pero siempre presentes de una forma u otra.
En uno de tus últimos proyectos, Papel decorativo, llevado a cabo dentro del marco del Festival C.A.L.L.E. Lavapiés, recubriste las paredes exteriores de un comercio del barrio madrileño con un papel decorativo muy peculiar. ¿En qué consiste aquella intervención y cómo surgió la idea?
Siempre me ha llamado la atención cómo participar en estos formatos, cómo son los festivales y a su vez cuestionar su propio significado y su contexto, que en este caso es el propio título de la intervención. “Papel decorativo” hace referencia al nombre que se da al papel pintado utilizado para la decoración de interiores para empapelar cocinas, habitaciones o demás espacios. En esta ocasión, el papel llevaba un diseño específico para el barrio de Lavapiés, donde aparecen diferentes aspectos como son el turismo, la gentrificación, el graffiti o los diferentes usos del espacio público. Por otro lado, hace referencia y cuestiona el “papel decorativo” que tiene el arte urbano en la ciudad, cómo en los últimos tiempos ha sido vaciado de contenido en pro del efectismo y la estética.
Para la intervención Vítores contemporáneos, en el barrio del Oeste de Salamanca (así como para otros proyectos que realizaste en otras ciudades), contaste con la participación de los vecinos. ¿Qué importancia tiene, en tus intervenciones, la participación de la gente?
La participación de los vecinos de un barrio, en un proyecto de carácter social, posiblemente sea lo más importante. Son proyectos de arte colaborativo, donde el artista en cierto modo desaparece, para dar voz a la gente del barrio y darles el poder que les fue arrebatado. En estos proyectos la gente tiene el poder y hacen el proyecto suyo. Yo simplemente ofrezco una serie de herramientas para que puedan utilizarlas.
A propósito de Vítores contemporáneos, en tu blog hablas de un “proyecto colaborativo que plantea un homenaje a toda la gente normal, que no aparece en televisión, ni nunca recibirá un premio, pero que sin ellos nada existiría. Con su sudor, sacrificio y solidaridad salen delante de forma silenciosa”. ¿Dirías, en este sentido, que es, el tuyo, un arte político?
Sí.
¿Qué hacía hace diez años DosJotas y qué te esperas que estará haciendo dentro de otros diez?
Hace diez años estaba estudiando Bellas Arte en la facultad de Aranjuez. Dentro de diez años, si todo sigue igual, yo, y muchos otros, estaremos buscando trabajo para poder ser explotados y tener el privilegio de comer y pagar un alquiler.
¿Se puede mantener uno haciendo arte urbano? ¿Se vive de ello?
Yo no vivo de ello, pero hay muchos artistas que sí viven de ello.
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