miércoles, 19 de julio de 2017

Giorgio De Chirico, por fin español



Un visitante ante la obra "Edipo y la Esfinge" fechada en 1968 en el CaixaForum de Barcelona,

Un universo metafísico espera al visitante en CaixaForum Barcelona. Se trata de El mundo de Giorgio de Chirico. Sueño o realidad,la muestra que recorre todas las fases de la trayectoria del pintor italiano, uno de los más influyentes del siglo XX, a través de 142 piezas, entre óleos, dibujos, litografías y esculturas, en gran mayoría procedentes de su colección privada. En la enorme sala sin barreras visuales, los grandes arcos inmaculados y los diversos niveles de las obras sumergen el espectador en un espacio que reproduce las perspectivas alteradas e imposibles de Giorgio de Chirico (Volos, 1888-Roma, 1978). “Este montaje le habría encantado”, aseguraba ayer con orgullo Paolo Picozza, presidente de la Fundación Giorgio e Isa de Chirico, que gestiona su casa-museo en Roma, en la presentación de la muestra, abierta hasta el 22 de octubre.
Picozza destacó que la primera visita del artista al Museo del Prado hacia 1929 fue crucial para la gestación de su concepción de la pintura metafísica. También recordó su relación con Picasso. En más de una ocasión el malagueño afirmó que de Chirico podía hacer lo que quisiera, aludiendo a la lluvia de críticas que recibió por sus repentinos cambios conceptuales y plásticos y al repudio de los surrealistas que le habían considerado su padre conceptual.
“Picasso y de Chirico son los artistas más relevantes del siglo XX”, afirmó tajante Picozza, que como abogado le ayudó a luchar contra las falsificaciones de sus obras empezadas ya a mitad de los años veinte. “Aunque fue muy prolífico, hay más falsos que obras auténticas”, aseguró. Entre las primeras, tal vez las más famosas fueran las que integraron en 1946 en París una muestra que contó con la aprobación de su examigo André Breton y en la que se exhibieron 20 obras metafísicas falsas, pintadas por el pintor surrealista Óscar Domínguez. “Aun hay obras de Domínguez catalogadas como De Chirico en algunos museos, sobre todo alemanes”.
La muestra, que abarca toda la trayectoria del artista, se divide en seis ámbitos cronológico-temáticos que permiten articular una visión a 360º de su práctica creativa. Abre el recorrido el Retrato de la señora Gartzen, que da paso a una sección de autorretratos, reveladores de su interés por el que consideraba el género clásico por excelencia y también de su sutil ironía, que se plasma sobre todo en los disfraces. Picozza, conocedor de las anécdotas tras cada obra, explicó que el único autorretrato, desnudo, de 1949, tiene los genitales púdicamente cubiertos porque si no los responsables de la Royal Academy de Londres no lo habrían expuesto.
De Chirico cedió ante la imposición porque sus preocupaciones iconográficas eran de otro tipo. Algo parecido pasa con el tema de las fechas. Él tenía la costumbre de realizar muchas réplicas con pequeñas variaciones de sus temas preferidos y como es natural quería exponer y vender las últimas. Sin embargo, los coleccionistas solían preferir las más antiguas, de modo que el pintor no dudaba en poner las dos fechas. Es el caso de El trovador, realizado en la segunda mitad de los años cincuenta y firmado en 1931, que pertenece al célebre actor italiano Alberto Sordi. “De esta obra existen más de 150 réplicas. De Chirico anticipó las teorías de Walter Benjamin sobre la infinita reproductibilidad de la obra de arte, así como la práctica de Warhol. Entonces no tenía nada que ver con el tema de las cotizaciones”, explica Picozza.
Las telas que plasman la relación interior-exterior y la plaza de Italia en Roma, vacía y eterna, ajena a la objetividad de la perspectiva renacentista, dan paso a los célebres maniquíes de cabeza ovoide sin rasgos y cuerpos de formas geométricas. “Son los temas centrales de la metafísica: la búsqueda de un espacio y un tiempo ajenos a cualquier contingencia real”, añade Mariastella Margozzi, comisaria del proyecto junto con Katherine Robinson. Las dos han seleccionado también un pequeño conjunto de esculturas. Sobresalen los “grandes arqueólogos”, figuras sin rostro con el cuerpo lleno de objetos que representan la estratificación del conocimiento y que como los maniquíes atraviesan toda su trayectoria.
Otra sección reúne obras de la etapa barroca, que arranca en los años cuarenta y causaron tanta sorpresa. Son bodegones instalados en el marco de paisajes naturales pero irreales, a menudo, acompañados por elementos antiguos, esculturas, corazas o yelmos, que incrementan la sensación de desubicación.
Es la misma sensación de irrealidad que caracteriza a los baños misteriosos, que siguen siendo su tema más oscuro y enigmático. La serie empezó en 1934 con dos litografías y otros tantos dibujos que De Chirico realizó para ilustrar Mythologie, de Jean Cocteau, y desembocó en su única escultura monumental. Instalada en el parque Sempione de Milán, La fuente de los baños misteriosos se encuentra en el centro de una intensa polémica, debido a la “nefasta” restauración realizada por la institución milanesa que custodia la obra, sin la autorización de la fundación. Una magnífica cabeza de caballo, su animal fetiche, que encierra vestigios del pasado y apariciones fantasmales, cierra el sobrecogedor recorrido.

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