Infinitamente melancólica durante la mayor parte del año, esta ciudad que acoge la bruma en cada uno de sus rincones cambia radicalmente en los días de “vernicce”. En esas jornadas previas a la apertura oficial de la Bienal, Venecia se ve invadida por una multitud variopinta, aunque uniformada con el típico atuendo negro que distingue a la tribu de curadores, críticos, directores de museos a la que habría que sumar también una buena parte de los artistas que forman parte de los circuitos internacionales del arte.
Iglesias, antiguas viviendas señoriales y palacios se suman a este ceremonial laico del arte contemporáneo. Las representaciones de las naciones recientemente incorporadas y unos 40 “eventos colaterales ”, organizados por empresas, fundaciones y colecciones privadas encuentran su lugar en estos glamorosos espacios. A nadie que desee mantener un vínculo con el mundo del arte se le niega un espacio en la Serenísima.
Si bien la Bienal abrirá formalmente sus puertas al público el próximo sábado, desde ayer la multitud está por todas partes, aunque el verdadero punto de largada fue ayer a las 11 y media en el Arsenal: la conferencia de prensa que enfrentó a Paolo Baratta, director de la Bienal y al curador de esta 56 edición, Okwui Enwezor, con cientos de periodistas de todo el mundo. “Los acreditados” –dijeron– son cerca de cinco mil; los países participantes ochenta y nueve y los artistas ciento treinta y seis, de los que ochenta nueve participan por primera vez”.
Con ese detalle Baratta dio una idea del volumen de esta edición. Luego, el curador se refirió a su concepto rector: “Todos los futuros del mundo” remarcando que “es un diagnóstico no un pronóstico”. En todo caso, el curador imaginó una inevitable relación dialéctica entre presente y pasado. La visión de Enwezor se dirige por un lado hacia el interior de la escena del arte (a través de la propia historia de la bienal) y a la realidad y, por otro, a lo que es posible imaginar como alternativa a este presente de hambrunas, migraciones y fundamentalismos.
En ese registro inscriben su aporte artistas vivos y muertos, tan diversos como Christian Boltanski, Bruce Nauman, Jeremy Dellers, Dora García o la cubana Tania Bruguera. El curador eligió a todos los artistas, lo que no es habitual. Eso ocurrió con Ana Gallardo, Eduardo Basualdo y Ernesto Ballesteros los tres artistas argentinos presentes. Distinto es el caso de Juan Carlos Distéfano, el envío argentino que curó María Teresa Costantin y que se presentaesta tarde en una videoconferencia con la presidente que realizarán la embajadora Magdalena Faillace y el canciller Héctor Timerman.
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