FELIPE NIETO
29 DE NOVIEMBRE DE 2017
Hace pocos días, el pasado 19 de noviembre, se clausuró la gran exposición retrospectiva de Eduardo Arroyo en la Fundación Maeght de Saint Paul de Vance En el respeto de las tradiciones. La hora del cierre es buena ocasión para conversar con el pintor en su estudio-biblioteca del centro de Madrid. Descansado ya de los compromisos y requerimientos públicos, podemos establecer un balance provisional de la muestra francesa, repasar de nuevo los hitos fundamentales de su evolución artística y tomar nota de los proyectos para el inmediato futuro con los que, a sus bien cumplidos 80 años, sigue comprometido el artista, pintor-escritor.
Por el número de visitantes, según los responsables de la Fundación, la exposición ha superado todas las expectativas. Franceses, italianos, alemanes, seguidos a distancia por el público español, han recorrido y llenado un espacio íntegramente dedicado al artista. Además han agotado el catálogo en la librería del museo, atraídos con seguridad, no solo por la reproducción de la pintura, sino por la antología de la obra literaria de Arroyo que también se publica.
El pintor cree que, por fin, para Francia, el país donde primero y más veces ha expuesto, como para España en buena medida, la exposición “ha sido una cosa sorprendente. Quizá los franceses hayan descubierto más cosas de las que sabían de mí. Y también los españoles, creo que ha ido muy bien”.
¿Cómo te planteaste en principio esta amplia antológica?
No iba a ser alto en el camino, ni mi testamento. Ha sido la ocasión de mostrar mi trabajo; estaba convencido de que cuando enseñara mi trabajo la gente estaría sorprendida de saber lo que he hecho, de lo que quería hacer. Pero yo creo que ahora lo han comprendido, como pintor, bueno o malo, creo que sí lo han comprendido, porque ha habido mucha gente… Sí, en cierto sentido es un resumen de mi vida artística, es difícil no crear una situación así, en una exposición que se llama En el respeto de las tradiciones, y que recoge 150 cuadros… Es difícil no ver lo que ha sido mi obra…
¿Cómo ha ido evolucionando tu pintura en todos estos años?
En realidad lo que yo he hecho en mi vida es ocuparme de política. Lo que quería era hacer saltar el sistema, la pintura me importaba un carajo. Por eso cuando he recuperado, digamos, las libertades y podido vivir en este país, suelo decir que me devuelvan las horas, las que me quitaron de la pintura, que me las devuelvan en nombre de la política. A mí, durante un tiempo, no me ha interesado otra cosa que la política. ¿Evolución? Al principio, cuando era muy joven, era un pintor crítico, social. Cuando tenía la obsesión de España, en realidad yo creía que podía cambiar el mundo con la pintura, había una intención moralizadora. Ahora eso no me interesa. No hay nada más allá del cuadro. Yo lo firmo por detrás y por delante, por delante lo firmo, por detrás pongo el título…y ya no me pertenece. Yo no vivo con mis cuadros, mis cuadros van por ahí, viajan, hablando mal de mi, casi siempre, tienen su vida, mis cuadros son de otros, vivo muy bien con cuadros de otros que me gustan, una colección que voy haciendo poco a poco.
De hecho empezaste, te hiciste pintor por azar…
Era un sueño, que se convirtió, por una serie de avatares, en realidad. Quería ser escritor, por la formación que tenía de periodista. Yo dibujaba mucho, pero nunca fui a la escuela de Bellas Artes. Y para vivir hacía caricaturas y cosas de ese tipo. En España y en París ganaba un poco, como para comprar tabaco. En París estaba un poco mejor, porque tenía mis contactos. Y hacía cosas variadas, sobre todo cosas humorísticas, ilustraciones.…
Eres autodidacta.
Como te digo, no he puesto los pies en una escuela de arte. Soy completamente no académico, quizá sí creo que hubiera debido hacer algo sobre las esculturas académicas, en alguna escuela de bellas artes, pero no lo hice. De eso me arrepiento un poco. Visitaba museos. Fui a menudo al Prado y eso me ha servido mucho, eso es fundamental. Iba desde niño, los profesores del Liceo francés me llevaban. Me atraía Velázquez, más que Goya, al principio; ha habido momentos, en el Prado, en que he ido directamente a las salas de Velázquez.
Desde el principio tu pintura adoptó una posición combativa, artísticamente quiero decir.
Es que yo pertenezco a una generación en la que el arte imperante, dictatorial incluso, era la escuela abstracta de París Y nosotros, un grupo, nos fuimos encontrando por casualidad, unas 15 ó 20 personas, que venían del mundo entero –Adami, Erró, Klasen, Monory, Stampfli o Télémaque, entre otros– hicimos una revolución, no aceptábamos esa especie de dictadura. Luchábamos en contra de la abstracción. Creamos la nueva figuración, que no tiene nada que ver con lo que se llama popart, ni con la americana ni con la inglesa. Lo que ocurría era que no había galerías figurativas, solo había dos. Además quedaban los surrealistas, el resto no existía, todo era abstracto. Dicho esto, yo soy un tipo al que el arte abstracto le sigue interesando, al menos cierto arte abstracto. Pero nuestra posición fue completamente beligerante, en contra. Duchamp nos caía muy mal, por eso lo asesinamos. Todas las estupideces que se hacen hoy en el arte vienen de Duchamp. Dada, el dadaísmo, es diferente, produce obras de arte. El otro no, en realidad es un político, es un listo, inteligente, teórico, crea una corriente importante, el Duchampismo, contra el cual nosotros hemos estado siempre. Y es el producto de lo que está ocurriendo todavía hoy en el mundo.
Has tenido, y así lo recoges en la mayoría de tus cuadros, influencias artísticas y literarias variadas.
Yo soy un pintor que escribe, nada más, que escribe, que ha vuelto a la literatura. Soy consciente de que escribir es complicado, pero esa simbiosis, donde la gente empieza a decir que no sabe si soy un pintor un escritor, no me desagrada, pero ahora, en realidad, soy un pintor. En mi pintura hay cuatro pintores interesantes, aunque no aparezcan: Picasso por la manera de estar, de ser en la pintura, De Chirico, Picabia y Max Ernst… Todos han influido intelectualmente, conceptualmente. De España estimo a muchos pintores. Una persona como Antonio Saura, Barceló también… Varios más, uno como Millares. Son varios los pintores que estimo y respeto, de varias generaciones. Pero en mi obra no hay un diálogo, no creo ser maestro de nadie, ni discípulo tampoco.
Al principio fuiste un exiliado, un pintor en el exilio, cuya obra no se podía ver en tu país.
Como exiliado, mi obra fue militante en aquella época. Después mi pintura se ha hecho más críptica, se ha hecho más misteriosa, más compleja, la pintura política, digamos, se ha ido yendo, diluyendo.
Esa circunstancia ¿te ha hecho sentirte al margen de la tradición y de la cultura española?
Yo creo que no, yo soy como un negroni, soy mitad italiano, mitad español, y mitad francés. Con esos tres lugares me he hecho lo que soy, he vivido ocho años en Italia. De 30 a 40 años, muchos, en Francia. Todo eso marca. No he creado escuela, ni lo pretendo. Yo soy primero una rara avis, tengo una voz, sí, pienso que puedo tenerla, aunque sea pequeña, aunque sea débil. Pero también la tengo en Italia Y también en Francia.
¿Te sientes reconocido?
Yo me siento reconocidísimo en España, no tengo ningún problema. Además me la…, me importa un bledo. Y en Europa, pues mira, creo que tengo el mismo reconocimiento, creo que tengo mi ubicación, como cada uno, tengo mi sitio, Y el resto no me importa.
En toda tu obra hay fetiches, temas recurrentes…
Es muy difícil pintar tus propias pasiones. Hace más de 50 años que no pinto toreros, boxeadores ya tampoco, desde los años 80, cuando hice una serie… Además es que yo amo cosas que ya la gente no ama, el toreo y el boxeo ya no le interesan a nadie. Son sueños nostálgicos. Y animales como los perros… Bueno, lo que sí tengo es una especie, se podría decir que una especie de diccionario, igual que Fellini, una lista, que le servía para meter cosas diversas… Esas me van sirviendo para hacer los cuadros, como la araña, el perro, son cosas, son un juego… Las moscas, sí, las moscas me persiguen, y yo las persigo, es una historia interesante, porque yo digo que España es El paraíso de las moscas. La mosca es un ser repugnante y molesto. España está muy bien, pero no deja de ser el paraíso de las moscas.
¿Quiénes son tus escritores preferidos, presentes en tus obras.
Cervantes, Quevedo, Joyce, W. Benjamin, Sebald, o tipos como Tolstoi, Stendhal, Balzac. A veces aparecen en la pintura, a veces no.
De la exposición de la Maeght me ha llamado la atención extraordinariamente el cuadro Le retour des croisades (El retorno de las cruzadas), en cierto sentido una reinterpretación de Víctima de la fiesta, de Zuloaga.
Hay algo de mi biografía en ese cuadro. La pintura siempre es autorretrato. Yo, lo que sí creo que hay, es un retrato de España, del español, que vuelve de la lucha, que ya está al final de su vida y que ha recibido muchos golpes, muchas laceraciones, mucha estopa, mucha herida, vuelve derrotado. Del cuadro y de la literatura yo siempre vuelvo derrotado, nunca he ganado esa batalla, esa batalla no se gana nunca. El fondo del cuadro son escenas de la España desolada, sin vida, en recuadros pequeños.
Háblanos de tus proyectos cercanos.
Ahora he estado un poco débil, esta exposición me ha costado un poco de salud, pero yo creo que está pasando… Ahora estoy escribiendo y estoy esperando empezar, he dibujado… Para pintar todavía no estoy listo físicamente, pero voy adelante…
¿Cómo te sientes al empezar, al volver a empezar una nueva obra?
Ante el cuadro en blanco me siento como me he sentido siempre, de frente, frente a la idea de la perdición, de la pérdida, de un combate que, como en el boxeo, te obliga a levantarte, aunque te derribe constantemente. Siempre pierdo con mis cuadros… escribir, pintar… es una aventura complicada de la que casi siempre sales perdedor.
El escritor Arroyo publicará próximamente un nuevo libro, primero en francés y después en español. El proyecto más inminente, no obstante, es la nueva exposición que se va a inaugurar el día 30 de este mes de noviembre en el Museo de Bellas Artes de Bilbao, apenas dos semanas después de caer el telón en Saint-Paul-de-Vance. Si en 1994 expuso sus grandes óleos, bajo el lema Tamaño natural, ahora, en este final de 2017 y hasta abril del año próximo, se podrá disfrutar de los grandes cuadros pintados por Arroyo en el siglo XXI, todos reunidos bajo el título de su cuadro estandarte, Le retour des croisades.
Ojalá que la obra Eduardo Arroyo sea acogida ahora en España con el aprecio e interés recibidos en tierras francesas. Y que lo que el pintor dice perder en cada cuadro, sea ganancia y gozo de todo su público.
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