domingo, 29 de enero de 2017

Permanecer mudo o mentir



-un panorama de la obra de Darío Corbeira-

Luis Francisco Pérez


Hace pocos días finalizó en el MUSAC de León la muestra de Darío Corbeira (Madrid, 1948) Permanecer mudo o mentir. En la misma, comisariada por Montserrat Rodríguez Garzo, tuvimos oportunidad de ver trece grandes obras -un elevado número correspondía a instalaciones o esculturas puestas al día o revisitadas con motivo de esta muestra- fechadas entre 1974 y 2015. Un arco temporal lo suficientemente dilatado para poder ofrecer un panorama completo de los intereses estéticos, políticos y sociológicos (y preocupaciones), de un autor lo suficientemente inclasificable (pero a su vez solidario con los tiempos artísticos en los que ha vivido) para que haya podido desarrollar su carrera como artista con una considerable libertad de acción y pensamiento o lo que es lo mismo: una libertad imprescindible -sin duda costosa en términos de visibilidad mediática- para poder ejercer de constructor de dispositivos estético/políticos, junto con la labor de profesor de bellas artes, pero sobre todo como responsable de la publicación de una serie de libros imprescindibles en la Editorial Brumaria.
La primera obra expuesta está fechada en los estertores agónicos del franquismo, “Francisco Franco Action Painting” (1974) y la última, realizada hace algo más de un año, lleva por título La crucifixión. Será con esta obra más reciente con la que iniciaremos el comentario y análisis sobre esta muestra, pues de alguna manera este trabajo marca la pauta del “sentido y sensibilidad” de toda la exposición.
La crucifixión es una obra de Tintoretto -en todos los sentidos enorme: mide 5,36 x 12,24 metros-, que actualmente se encuentra en La Scuola Grande di San Rocco de Venecia. Una obra, que según su aventajado alumno, El Greco, era “la mejor pintura del mundo”. Una consideración nada exagerada, cuando sabemos que para Vasari, Tintoretto tenía “el cerebro más terrible que jamás haya tenido la pintura”. Hablando de La crucifixión el historiador francés de entre guerras, Elie Faure, escribió lo siguiente:
En esta maravillosa obra el drama humano resuena hasta los confines del cielo en resplandores, en nubes trágicas, en fulguraciones purpuradas. En el espacio que contemplamos no sabemos si sus tormentas tensan los nervios de los hombres y mujeres, o los hombres y mujeres ignoran que participan en las sinfonías indiferentes, en los murmullos de las fuentes, en los soplos de aire caliente que empujan las nubes, en los balidos lejanos de los rebaños que descienden las praderas, en el gran silencio de las llanuras que se hunden en el vaho de los días de verano”...

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