La vida dibujada del artista francés Marcel Duchamp (1887-1968) es una tira de papel que mide seis metros de largo. La ha realizado el ilustrador François Olislaeger y se llama Marcel Duchamp. Un juego entre mí y yo (Turner). Se publicó en París el año pasado, coincidiendo con la exposición que el Centro Pompidou de París hizo sobre el trabajo juvenil del autor de Desnudo bajando una escalera, y hora se ha traducido al español.
Olislaeger (Lieja, 1978) es un lustrador que colabora en publicaciones como Los incorruptibles y el diario Le Monde. Vive desde hace cinco años en México y cuenta que, después de haberse ocupado en otros libros de artistas del teatro y la danza, quiso fijarse en uno de los principales exponentes del arte contemporáneo. “Para mí Duchamp es uno de los artistas más importantes. Basta ir a casi cualquier exposición de un artista vivo para darse cuenta de la influencia que ejerce en su obra. Yo comencé este proyecto en México y, en un viaje a París, me enteré de que el Pompidou iba a hacer una exposición sobre Duchamp. Le presenté al proyecto a la parte editorial del Museo y lo aceptaron. Lo hice con total libertad, sólo tuve que sincronizar su calendario con el mío para que saliéramos al mismo tiempo que la exposición”, dice.
Marcel Duchamp es conocido, sobre todo, por el urinario que un día mando a la exposición de la Sociedad de Artistas Independientes, firmado con un nombre falso. “Ese urinario es muy importante en la historia del arte. Porque Duchamp buscó los límites de lo aceptable. Pero él y su obra son mucho más. Para mí, la mejor obra de su vida es el uso de su tiempo, su manera de vivir”, sostiene Olislaeger, quien invirtió seis meses en realizar la novela gráfica sobre la vida del hombre que jamás quiso que se le encasillara en algún grupo o movimiento artístico y que también era un gran aficionado al ajedrez, una actividad que relacionaba con el arte porque, sostenía, “se trata de un tipo de belleza parecido al que ofrece la poesía: las piezas son el alfabeto mayúsculo que da forma a los pensamientos.”
Después de leer varias entrevistas y libros sobre Duchamp, el ilustrador buscó el formato para contar pasajes biográficos en primera persona. “Él nunca tuvo coche, le gustaba mucho caminar y para mí es principalmente un caminante. Así que pensé que un libro extensible me permitiría desarrollar la idea del camino de su vida. Es una manera lineal que tenemos en Europa para leer el tiempo. Además, era lo más natural para mí porque yo utilizo este tipo de cuadernos para dibujar. Y es, al mismo tiempo, un guiño a la forma de trabajo de Duchamp”, explica.
“La vida es más una cuestión de gastos que de ganancias. Se trata de saber con qué se quiere vivir”, afirmaba Marcel Duchamp y quizá por eso la mayor parte de su vida dependió de una cantidad mensual que le daba su padre (“trabajar para vivir es una imbecilidad”, aseguraba). “Pero no era mucho lo que le daba”, puntualiza Olislaeger. “Es como si hoy le dieran poco menos de mil euros al mes. Sin embargo, él acomodó su vida a este ingreso económico. Prefería tener mucha libertad y poco dinero. Vivía sólo con lo necesario. Creo que también por eso decidió ser artista conceptual: para no tener comprar pintura u otros materiales. Y gracias a ello se concentró en las ideas.”
François Olislaeger compara la vida “ajustada” de Duchamp con la que vida “precaria” que hoy tienen muchos artistas jóvenes. “Un artista elige dedicarse a crear más por vocación que por otra cosa. Bueno, hay varios artistas que hacen grandes negocios y ganan con sus obras casi lo mismo que un futbolista. Pero no por eso son más importantes o influyentes o interesantes. La mayoría de los artistas, sin embargo, viven en la precariedad.”
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