viernes, 4 de marzo de 2016

El Caixaforum abre el debate sobre el uso de las imágenes con la exposición ‘Gestos iconoclastas’



¿Por qué se atacan ciertas imágenes? ¿Por qué todas las revoluciones quieren acabar con los iconos de sus predecesores? Cómo se puede representar lo que se venera?¿Y denigrar lo que se rechaza? Son cuestiones actuales, a juzgar por la controversia que levantan los atentados del Estado Islámico contra el patrimonio religioso o el tratamiento caricaturesco de Mahoma. Y sobre este tema va la exposición ‘Gestos iconoclastas. Imágenes heterodoxas’ que se presenta desde el viernes en el CaixaForum, de Barcelona (permanecerá abierta hasta el 5 de junio) en la segunda de las tres exposiciones que componen la segunda edición de Comisart. Noves mirades sobre la col·lecció la Caixa. 
El comisario de esta exposición, Carlos Martin (Granada, 1979), no ha pretendido analizar las diferentes formas y episodios históricos de iconoclastia, sino presentar algunos aspectos del debate a partir de una selección de veinte obras de autores contemporáneos pertenecientes a las colecciones del Macba y de la Caixa. La muestra incluye obras que optan por la destrucción o la supresión, por la parodia y la citación irónica, pero otras simplemente proponen una reflexión sobre lo sagrado y sobre la desmitificación y sus límites.
La exposición se abre con una imagen de una talla de madera del siglo XVII de un santo mártir al que le han destrozado el rostro y una de las manos, símbolo de una agresión. Sigue con una fotografía donde se aprecia un nicho vacío de uno de los budas de Bamiyan, después de su destrucción en el año 2001. Un vacío que convierte en icono la ausencia de estos colosos pétreos. Y este marco vacío se representa también a través de cinc hornacinas vacías, construidas en cera, que Valeska Soares expone en distintas partes del recorrido expositivo. La cera, un material que se asocia a las iglesias, y la forma de tabernáculo son la prueba de esta ausencia. Pero la autora ha incorporado un olor dulzón, a miel, que como si de un ritual se tratase nos informa de que la imagen. no está pero ha quedado un cierto olor. También se recoge la película Mudanzas, de Pere Portabella, que filmó el proceso de vaciado de la casa de Federico García Lorca en la Huerta de San Vicente, para mostrar la otra cara del efecto fetichista: la casa vacía, sin el piano, sin los muebles, sin el retrato del poeta, que ha sido perfectamente embalado como si se le diese ese entierro que nunca tuvo. También se proyecta otra película de Javier Peñafiel donde se aprecia como un arreglo floral es destruido por disparos de fusil y como después, por rebobinado, vuelve a su estado original. 
Del artista Pedro G. Romero se presentan diapositivas sobre fotografías de templos profanados, destruidos por acciones antisacramentales ocurridas en España entre 1845 y 1939, que se integran en su ya conocido Archivo F.X. En otras dos piezas, Rogelio López Cuenca juega con la banalización de los iconos: en una escribe en letras árabes la palabra Seven up, bajo el símbolo católico asociado a los siete dolores de la Virgen, y en otras Dior, Chinique y Chanel, enmarcando la mano de Fátima, símbolo del Islam. La fotógrafa Vanessa Beecroft se inspiró en Pier Paolo Pasolini para su imagen de una mujer negra dando de mamar a sus dos hijos pequeños, sentada en un trono y vestida con un llamativo vestido rojo. La imagen adquiere un tono icónico de virgen negra, que además en Catalunya enlaza con una tradición propia. 
En definitiva una reflexión artística desde distintas perspectivas sobre la dialéctica creación/destrucción.

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BLANCA ORAA MOYUA

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