domingo, 14 de febrero de 2016

La fantasía de Chagall, entre lo divino y lo humano



Marc Chagall (Vítebsk, Bielorrusia, 1887- Saint-Paul de Vence, Francia, 1985), uno de los artistas esenciales del siglo XX fue también uno de los más prolíficos. Su fantástica y colorista obra no solo se limitó al ámbito de la pintura, sino que ilustró innumerables libros, diseñó hermosísimas vidrieras y creó inolvidables decorados y figurines para teatro y ballet. Inspirado casi siempre en los recuerdos de su infancia rusa y en la Biblia, su actividad creativa fue tal que muchos le conocen como el Picasso judío. Una de las facetas más importantes de esa actividad, su obra gráfica, protagoniza la exposición Divino y Humano que este jueves se abre al público en la Fundación Canal, en Madrid. En un espacio reconvertido en sinagoga, gracias al diseño de Enrique Bonet, se muestra un centenar de obras sobre papel procedentes del museo Pablo Picasso de Münster (Alemania) que se muestran por primera vez en España.
Ann-Katrin Hann, comisaria adjunta de esta exposición y conservadora jefe del museo que ha prestado las obras, explica que la obra gráfica fue tan importante para Chagall como la pintura. Los aguafuertes, las xilografías y las litografías le daban unas posibilidades de experimentación que no encontraba en otros soportes. El centenar de obras expuestas recogen cuatro décadas de actividad del artista, desde finales de los cuarenta hasta mediados de los ochenta.
La exposición está dividida en tres secciones: Divino y humano, que da título a la muestra y refleja la peculiar convivencia entre temas sagrados y profanos; Las almas muertas, que incluye 15 obras relativas a la novela de Nikolái Gogol y, por último, La Biblia, 20 obras con las que interpreta desde una perspectiva humanista y personal las sagradas escrituras.
Pero en el recorrido por la exposición, la división temática es puramente formal. Aunque Marc Chagall manifestó en reiteradas ocasiones que no era un hombre especialmente religioso, pero sí preocupado por lo trascendente, escribió que “los elementos de la fe judía forman parte integrante de su creación, pero que un artista verdaderamente grande busca lo universal que subyace a toda fe". Por tanto, señala la comisaria, a la hora de llevar a cabo sus representaciones religiosas, Chagall no busca abordar los dogmas de fe, sino simplemente aportar una visión humanística que da lugar a una iconografía totalmente personal. Por eso, tanto en sus autorretratos como en la puras escenas bíblicas, rara es la pieza en la que no incluye animales o personajes circenses. Obras como Los tres acróbatas (1957) intentan aunar la alegría del mundo del circo con la profundidad existencial del arte. “Siempre he considerados los payasos, a los acróbatas y a los actores”, escribió Chagall, “como la esencia de la humanidad trágica. Creo que se pueden comparar con los personajes de algunas pinturas religiosas”.
El grueso de la exposición está formado por las ilustraciones para la Biblia que realizó por encargo del marchante francés Ambrois Vollard en 1930, un trabajo para el viajó varias veces a Palestina para conocer en directo los lugares en los que se desarrollaron las escenas bíblicas. En total firmó 105 aguafuertes, de los que una veintena se pueden ver en la exposición. El resultado tiene poco que ver con el contenido de las sagradas escrituras. Su preocupación es la penetración psicológica de las escenas del Antiguo y del Nuevo Testamento, además de la visión humanística de la Biblia y sus personajes. Como él mismo explicó, la Biblia era para él pura poesía, una auténtica tragedia humana.

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BLANCA ORAA MOYUA

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