martes, 8 de diciembre de 2015

Avelina Lésper: «El arte contemporáneo es una farsa»








Cuando Avelina Lésper habla de las malas artes del mercado, no afecta solo al ámbito de las artes plásticas, sino también al conjunto de una sociedad que baila en torno a ese concepto tan abstracto y, a la vez, tan poderoso. Sus cuestionamientos son, por momentos, duros, pero quizá sea más duro aún lo que cuestiona. Al comenzar este diálogo, decido abordarla con una pregunta general, aunque personal también, en tanto que indaga en su búsqueda y su sensibilidad: de dónde parte ella para hacer el análisis de una obra.
¿De dónde parte Avelina Lésper para hacer el análisis de una obra?
Soy observadora de arte desde la infancia; a los dieciséis años conocía los grandes museos de México, de Nueva York y de Europa. Ahora la gente antepone información y conceptos al ver, vivir y estudiar la obra misma. Yo parto del impacto que la obra tiene en mí. Cuando observé que el discurso de los curadores, críticos y académicos contradecía la realidad de las obras para designarlas como arte, decidí decir lo que veo y lo que pienso.
¿Cómo era hace cuarenta años la relación artista / galerías / marchand?
Nos tendríamos que ir más atrás, porque hace cuarenta años ya había marchantes y galerías vendiendo basura. En las primeras décadas del siglo XX, el marchand buscaba artistas y los impulsaba y soportaba económicamente porque sabía que el arte toma tiempo y es difícil y que los artistas talentosos son escasos. La galería rompía barreras sociales y exponía para dar a conocer formas nuevas de pensamiento, con riesgo. Ahora, el marchand y la galería solo venden lo que está de moda y quieren muchas obras porque la calidad no importa y porque saben que el artista las hace de forma instantánea, que todo es, intelectual o materialmente, ready made, y que los clientes no ven realmente la obra, que es una inversión rápida. Son como corredores de bolsa o vendedores de terrenos; no promocionan arte, especulan con commodities.
¿Cuándo comenzó el mercado a decidir?
Con la fiebre de la especulación financiera, la economía de la trampa y el abuso capitalista. Los millonarios compran arte para especular. Saatchi dijo que vendió el tiburón en formol de Hirst en doce millones de dólares al especulador financiero Steve Cohen; con ese precio lo donó al MET. El precio real no llega ni a la tercera parte. Cohen fue juzgado por fraude. Es uno de los billonarios coleccionistas más famosos.
¿Por qué llama usted «arte VIP» al arte actual?
Lo llamo VIP, de video-instalación-performance, porque, como el concepto VIP de very important person, es esencialmente excluyente. La pintura, el dibujo, la escultura que hoy se hacen no se consideran arte contemporáneo: los llaman tradicionales y están marginados de los museos más modernos y de las bienales de arte. La contemporaneidad se manipula como un valor artístico y no lo es: es un valor comercial –el último auto, el último vestido–. El arte es intemporal, sobrevive al tiempo; la moda es efímera, muere todos los días.
¿Los suplementos culturales forman parte del mecanismo del mercado?
Los suplementos y las revistas de arte promueven la especulación y son cómplices del fraude. Las revistas de arte son parte de un negocio que exalta el lujo, como las de moda o las de decoración. Han puesto el arte al mismo nivel que un par de zapatos o un coche.
¿Su opinión sobre las instalaciones?
No son arte ni escultura. Son decoración y basura; no es un adjetivo, es la realidad: llevan basura, desechos orgánicos, trastos. Y aunque los teóricos las justifican, la prueba de que no son arte es que fuera del museo pierden su condición de tal y retoman su valor original: son otra vez trastos, juguetes, sillas rotas, focos, objetos que no merecen estar en un museo.
¿No podemos esperar hoy nada de la frivolidad, como sí fue posible hacerlo con el Art Nouveau?
El Art Nouveau no es frívolo: es uno de los estudios más serios de las formas botánicas en el arte. Frívolas son las exposiciones de selfis, los performances, las obras de artistas como Marina Abramovic, la cama sucia de Tracy Emin o los puntos de Hirst. La frivolidad es pretenciosa y fatua, y así es el arte contemporáneo VIP, vacío e inflado con dinero.
¿Qué opina de la educación artística actual??
Están engañando a los jóvenes. Adiestrándolos para que sean funcionales al mercado. No desarrollan talento. Los jóvenes creen que salen de la escuela convertidos en artistas, y no saben dibujar, pintar, trabajar materiales. Aprenden a producir la verborrea suficiente para justificar que sus fotos del Facebook se presenten como arte. El arte toma años, exige la vida, es aprendizaje diario. Pero si matar un animal es arte, ¿quién necesita estudiar? Nadie.
¿Por qué cree usted que no aparecen movimientos artísticos, como en otras épocas?
¿Para qué crear un movimiento nuevo si encumbrando obras sin valor estético se gana tanto dinero? ¿Cómo concebir un movimiento que demuestre que lo anterior es un fraude? Miles de oportunistas que no son artistas pero que se venden como tales, y de curadores que dominan bienales y museos y ponen obras en todas las ferias de arte, no van a permitir que se arruine su negocio. ¿Tú crees que alguien que vende sus orines como arte quiere que esto termine?
¿Se ha dejado de hablar de arte?
Se ha dejado de hacer arte y, en consecuencia, se ha dejado de hablar de arte porque no hay arte de qué hablar. No hay obras. Se habla de teorías, de filosofía barata, de panfletos políticos, de dinero. Es consumo caro, rápido y de moda.
¿Cómo puede un pintor vivir de su trabajo sin caer en las trampas del mercado?
El mercado es necesario en el arte. El artista vive de vender su obra. Eso no equivale a engañar, ni a vender un periódico arrugado como si fuera arte. El pintor debe concentrarse en pintar con riesgo y dedicación, y en llegar a dominar la técnica. Como hacer arte es supuestamente tan fácil hoy, y un montón de dulces es arte, y flagelarse es arte, etcétera, la pintura a veces se hace invisible. Las escuelas no están enseñando a pintar. Sustituyen las clases de dibujo por clases de cómo justificar la obra para decir que es arte. Hoy más que nunca la pintura seria en sus objetivos y disciplina destaca de la masa de mediocres.
¿Qué opina de las grandes casas de subastas que venden cuadros en miles de millones de dólares?
Hacen un gran daño al arte. Vender un Cézanne en cientos de millones de dólares deforma el valor de la obra. La gente no ve una hermosa pintura: ve un montón de dinero. La especulación convierte las obras en acciones, en hipotecas. Es muy ingenuo pensar que el arte no podía ser pervertido por el dinero. Por dinero está siendo destruida la naturaleza del planeta, y por dinero se hacen guerras; ¿por qué no iba a acabar con el arte?
La Brillo Box de Andy Warhol ¿tiene peso y valor como obra de arte?
Warhol es un publicista, no un artista, y su única obra fue su vida social; el resto es un fraude, una de las grandes mentiras del arte.
¿Qué aportó Duchamp al arte?
Si hay alguien publicitado y sobrestudiado, es Duchamp. Nunca fue un artista. Fue un plagiario: el urinario no es de su autoría; es de la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, y tampoco es autor del texto que lo justifica. Es un gran estafador. Lo que logró Duchamp fue que la mediocridad tuviera acceso al arte. Impuso que lo que se diga de la obra importe más que la obra, y que, por milagro de la palabra, cualquier objeto sea arte. Por eso hoy tenemos banalidades intelectualizadas en los museos, y por eso los coleccionistas compran un montón de libros rotos en miles de dólares. Como buen burgués, despreció la mística del trabajo para ensalzar la ociosidad de la palabrería hueca.
¿Podemos sustraernos al poder del mercado?
Si la manipulación de los precios y de la valoración de las obras de arte es tan grave, es porque el mercado trafica con objetos que tienen precios subjetivos y que, por eso, permiten la especulación. Lo que el público debe hacer es no dejarse llevar por la moda, ni por la apariencia de gran lujo que muestran en las ferias, ni por la sobre intelectualización de las obras, sino ver las obras desde su propia necesidad de belleza, desde su sensibilidad. El público debe expresar su opinión abiertamente. Que el mercado entienda que no engaña a nadie.
El psicoanálisis, ¿sumó una lectura a las artes plásticas?
La retórica que legitima actualmente las obras es una mezcla de todo, de panfleto político y social, de luchas de género, de psicoanálisis. Cada idea de moda y cada tema de moda se incorporan a esa retórica y a las obras. Las obras sobre redes sociales, internet, feminismo, etcétera, son legión. Nunca el arte había sido tan panfletario, tan saturado de buenas intenciones, tan moralista. Las obras actualmente son objetos cargados de eslóganes, como los eslóganes de las oenegés o de los partidos políticos. El arte VIP es, al mismo tiempo que frívolo y banal, ideologizado. La demagogia de estas obras se ve en que, al mismo tiempo que muestran esa cara de ideologización, no consisten sino en un capricho del mercado.
¿Por qué hay diferencias de opinión entre los críticos respecto al valor de una obra o de un artista?
Eso hoy no sucede. Todos los críticos aplauden y promocionan unánimemente el arte contemporáneo VIP. Todos le encuentran virtudes. Todos le suman intenciones. Hoy, la opinión está absolutamente homogenizada; es un pensamiento completamente alineado, sumiso. No hay pensamiento original, sino repetición de las mismas ideas. Gracias a eso tienen presencia en los museos, las ferias de arte, las universidades.
¿Un consejo para un pintor, o para un crítico?
Que no pida consejos, que vea su obra con humildad, con objetividad, y que nunca piense que ya está hecho como artista, porque el arte se aprende cada día y con cada obra. Tiene que creer en el fracaso; los artistas que se sienten infalibles son mediocres y cobardes. En cuanto a los críticos, no me interesa darles consejos.

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BLANCA ORAA MOYUA

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