En una época en la que la pintura era intocable en el mundo del arte, algunos artistas apostaban por hacerle un hueco a la escultura:Brancusi, Giacometti, Julio González... Pero decía Barnett Newman que la escultura se entendía como aquello que retirabas para ver bien la pintura. A finales de los 50 y comienzos de los 60, el norteamericano Carl Andre (Quincy, Massachussets, 1935) pusopatas arriba el canon de la tradición, redefiniendo radicalmente la escultura con un lenguaje nuevo, irreverente. Hizo suyo ese «menos es más», reduciendo la escultura a la esencia misma del objeto, lo cual le llevó a ser una de las figuras más destacadas del arte minimal.
Entre sus revolucionarias propuestas, la elección de materiales industriales de construcción como el acero, el hierro, el cobre, el zinc, el magnesio, la madera..., que encuentra y recoge de la calle, a los que más tarde sumaría el hormigón, el aluminio y el grafito. Materiales poco o nada nobles relegaban a un segundo plano al mármol y el bronce, hasta entonces omnipresentes en la escultura. Y él los utiliza eliminando cualquier rastro de la mano del artista.
«Incisiones en el espacio»
Andre reniega de las formas, reivindicando e invadiendo el espacio como nunca hasta entonces se había hecho en el arte. Se habla de sus esculturas como «lugares» por los que pasea el espectador (algo habitual hoy en artistas como Richard Serra), «incisiones en el espacio». Pero, quizás, el experimento que ha tenido una mayor huella en el arte del siglo XX fue eliminar el pedestal y horizontalizar la escultura, que hasta entonces trataba de alcanzar el cielo. Carl Andre la tumba y la expande por el suelo. Corredores de planchas de metal, hileras de ladrillos, cien bloques de cemento... En ocasiones, sus conceptuales creaciones semejan barricadas o murallas.
El Museo Reina Sofía dedica al octogenario artista su primera retrospectiva en España, aunque ya en 1988 su trabajo pudo verse en el Palacio de Cristal del Retiro. En este caso, sus creaciones recalan en el vecino Palacio de Velázquez, donde sus creaciones lucen espléndidas. Se exhibe una selección de obras creadas entre 1958 y 2005. En 2010 Andre dio por concluida su carrera. La muestra, organizada en colaboración con la Dia Art Foundation de Nueva York y comisariada por Yasmil Raymond y Philippe Vergne, itinerará después por Berlín, París y Los Ángeles. Según Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, la innovación escultórica de Carl Andre es una de las grandes revoluciones artísticas del siglo XX, junto con la invención del cubismo por parte de Braque y Picasso o los ready-madede Duchamp.
Su obra menos conocida
Pero la exposición del Palacio de Velázquez es sólo una de las patas de este ambicioso proyecto expositivo. En la tercera planta del edificio de Sabatini seguimos admirando obras de Carl Andre, en este caso sus trabajos menos conocidos. Por un lado, sus poemas y collages textuales. Solo durante los años 60 llegó a crear más de 1.300 páginas de poemas. Al igual que hizo en la escultura, también a la poesía le da la vuelta como un guante, renunciando a cualquier atisbo de tradición. Ni siquiera se salva la gramática.
La muestra se completa con fotografías, postales que solía enviar a artistas, críticos y marchantes, su «Pasaporte» –una especie de diario artístico-personal, en el que hay referencias a muchas de sus obsesiones: Goya, Duchamp, Brancusi, Ezra Pound o su amigo Frank Stella–, y los llamados «Dada Forgeries», esculturas dadaístas con claras reminiscencias duchampianas, en las que aborda temas como el arte, el sexo o la religión
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