It is hard to cover the vastness of the life and works of Fernando Biderbost (Bilbao, 1955) in an introductory text.
The amount of visual
explorations made throughout his career is the subject of a comprehensive and poised study that requires a sharp gaze and predisposition for
wonder.
With a foundation in painting, his work has been nurtured by drawing, sculpture, and assemblage, where denotation has been placed above
connotation. His images back the reaffirmation of the retinal principle that while the launching point took place in modernity, the pre-avant
guard and new expressionism sparked the breaking down of the barrier of the "disinterested" appreciation, opening up complex relations of
meaning where the artistic configuration elements have been bestowed with conceptual force and sense that exceed a simple textual interpreta-
tion to propose intricate problems to perception.
Biderbost is a painter of our times, in every sense that the term entails and with everything that currently means to practice a discipline that progresses at one ́s own risk a hostile context, where execution, discipline and craft, rather than a distinction, are stigma and a hindrance to the gaze of prejudice and distrust of the contemporary.
His artwork allows us to confirm that the precept of pictorial extermination is a historical error, slowly taking its toll on postmodern anarchy, where "anything goes" is gradually exposing gaps and miseries of those freely occurring avid events to give way to the majesties of the major arts.
The painting of Fernando allows us to retrieve the certainty of the senses, the security of knowing that painting is part of a visual thinking infiltrated into cultural patterns, where the phenomena of significance is part of a whole rather than being standalone, an aesthetic vision where the relationship of the parties can rarely be captured with instrumental reason or by the tenets of linear thinking. In this sense, Biderbost ́s painting opts for implementing complex systems of visual association that are difficult to "read" with syllogistic approaches where this is precisely one of the substantive contributions of his painting: in the orchestration of webs where the viewer has to search for meaning beyond the iconographic anecdote or interpretative scrutiny to confront the vertigo of the senses and the inevitable somatization of the perceptual experien- ce as a means of witnessing the implementation of the concepts on reality come to fruition.
Wonder, empathy and discovery are part of the responses unleashed by the expressive and conceptual instrumental of this
conceptual artist, who by force of manufacturing visual strategies of seduction, end up spewing us out into a maelstrom of
experiences rendering rational thought diagrams useless where we must be measured as sensitive rather than thinking beings,
helping us understand that the communicating vessels with our environment are complex and unstable in nature. With this
simple but colosal strategy, Fernando Biderbost reaffirms the power of painting as a medium to reactivate the capacity of wonder
in subjects, but above all, to nurture the complexity of thought.
Julio Chávez Guerrero
Mexican art critic and painter Doctor of Fine Arts from the Polytechnic University of Valencia (Spain) He has a Master ́s degree in Visual Arts from the University of Mexico Architect from the National Polytechnic Institute of Mexico
Julio Chávez Guerrero
Mexican art critic and painter Doctor of Fine Arts from the Polytechnic University of Valencia (Spain) He has a Master ́s degree in Visual Arts from the University of Mexico Architect from the National Polytechnic Institute of Mexico
La obra y trayectoria de Fernando Biderbost (Bilbao, 1955) resulta inabarcable en un texto de presentación. La cantidad de exploracio-
nes visuales que ha realizado a lo largo de su carrera son tema de un estudio amplio y reposado que exige de mirada punzante y predisposi-
ción de asombro.
Con basamento en la pintura, su trabajo se ha nutrido del dibujo, la escultura y el ensamblaje, anteponiendo la denotación por encima de la connotación. Sus imágenes apuestan a la reafirmación del principio retiniano que en la modernidad fuera punta de lanza pero que a partir de la transvanguardia y los expresionismos de nuevo cuño, ha roto la barrera de la apreciación “desinteresada” abriendo complejas relaciones de significado donde los elementos de configuración artística han sido dotados de sentido y carga conceptual que rebasa la simple interpretación textual para proponer intrincados problemas a la percepción.
Biderbost es pintor de nuestro tiempo, con todo lo que conlleva el término y con todo lo que significa en la actualidad practicar una disciplina que avanza por cuenta y riesgo propio en un contexto hostil donde la factura, la disciplina y el oficio más que una distinción, son estigma y lastre ante la mirada llena de prejuicio y desconfianza de lo contemporáneo.
En su propuesta artística podemos confirmar que la sentencia de exterminio de lo pictórico es un error histórico que lentamente va pasando factura a la anarquía posmoderna, donde el “todo vale” poco a poco va exponiendo carencias y miserias de aquellos sucesos ávidos de ocurrencia gratuita para ceder el paso a las majestades de las artes mayores.
En la pintura de Fernando, podemos recuperar la certeza de los sentidos, la seguridad de saber que la pintura es parte de un pensamien- to visual infiltrado en esquemas culturales donde los fenómenos de significación no son aislados, sino parte de un todo, de una visión estética en donde la relación de las partes rara vez puede ser captada con la razón instrumental o por los dogmas del pensamiento lineal. En este sentido la pintura, la que realiza Biderbost, apuesta a implementar complejos sistemas de vinculación visual que difícilmente pueden ser “leídos” con planteamientos silogísticos y en esto precisamente radica una de las aportaciones sustantivas de su pintura: en la orquestación de entramados donde el espectador tiene que dar sentido más allá de la anécdota iconográfica o del escrutinio interpretativo para enfrentar- se al vértigo de los sentidos y a la inevitable somatización de la vivencia perceptual como medio para llegar a la implementación de conceptos sobre la realidad.
Con basamento en la pintura, su trabajo se ha nutrido del dibujo, la escultura y el ensamblaje, anteponiendo la denotación por encima de la connotación. Sus imágenes apuestan a la reafirmación del principio retiniano que en la modernidad fuera punta de lanza pero que a partir de la transvanguardia y los expresionismos de nuevo cuño, ha roto la barrera de la apreciación “desinteresada” abriendo complejas relaciones de significado donde los elementos de configuración artística han sido dotados de sentido y carga conceptual que rebasa la simple interpretación textual para proponer intrincados problemas a la percepción.
Biderbost es pintor de nuestro tiempo, con todo lo que conlleva el término y con todo lo que significa en la actualidad practicar una disciplina que avanza por cuenta y riesgo propio en un contexto hostil donde la factura, la disciplina y el oficio más que una distinción, son estigma y lastre ante la mirada llena de prejuicio y desconfianza de lo contemporáneo.
En su propuesta artística podemos confirmar que la sentencia de exterminio de lo pictórico es un error histórico que lentamente va pasando factura a la anarquía posmoderna, donde el “todo vale” poco a poco va exponiendo carencias y miserias de aquellos sucesos ávidos de ocurrencia gratuita para ceder el paso a las majestades de las artes mayores.
En la pintura de Fernando, podemos recuperar la certeza de los sentidos, la seguridad de saber que la pintura es parte de un pensamien- to visual infiltrado en esquemas culturales donde los fenómenos de significación no son aislados, sino parte de un todo, de una visión estética en donde la relación de las partes rara vez puede ser captada con la razón instrumental o por los dogmas del pensamiento lineal. En este sentido la pintura, la que realiza Biderbost, apuesta a implementar complejos sistemas de vinculación visual que difícilmente pueden ser “leídos” con planteamientos silogísticos y en esto precisamente radica una de las aportaciones sustantivas de su pintura: en la orquestación de entramados donde el espectador tiene que dar sentido más allá de la anécdota iconográfica o del escrutinio interpretativo para enfrentar- se al vértigo de los sentidos y a la inevitable somatización de la vivencia perceptual como medio para llegar a la implementación de conceptos sobre la realidad.
El asombro, la empatía y el hallazgo, son parte de las respuestas que desata el instrumental expresivo y conceptual de este
artista, que a fuerza de fabricar estrategias visuales de seducción, acaba por arrojarnos en una vorágine de experiencias donde
quedan inutilizados los esquemas racionales de pensamiento para obligar a medirnos como entes sensibles más que pensantes, y
hacernos entender que los vasos comunicantes con nuestro entorno son de carácter inestable y complejo. Con esta simple pero
descomunal estrategia, Fernando Biderbost refirma el poder de la pintura como medio para reactivar en los sujetos la capacidad
de asombro, pero sobre todo, para nutrir la complejidad del pensamiento.
Julio Chávez Guerrero
Crítico de arte y pintor mexicano Doctor en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia (España) Posee el grado de Maestría en Artes Visuales por la Universidad de México Arquitecto por el Instituto Politécnico Nacional de México
Julio Chávez Guerrero
Crítico de arte y pintor mexicano Doctor en Bellas Artes por la Universidad Politécnica de Valencia (España) Posee el grado de Maestría en Artes Visuales por la Universidad de México Arquitecto por el Instituto Politécnico Nacional de México
Mi trabajo es Instintivo y es una improvisación. Una improvisación lenta, construída. Posteriormente el cuadro se medita a sí mismo y
dejo que la pintura ordene. Los colores piensan, el tacto ve y los ojos escuchan.
Todo lo que sitúo en el cuadro (color, dibujos, manchas... ) es aglutinado y ensamblado por medio del aire (lo que produce una atmósfe- ra ensimismada). Y a éste no lo puedo controlar pues es involuntario. Porque pintar el aire es un imposible. Aparece espontáneamente, lo que asumo como pintar sobre un cubo y no sobre un plano. Y en esa atmósfera instintiva es la luz la que gobierna. El resultado es una pintura autónoma y autorreferencial que trata de huir del “yo” del ejecutor que se distancia de la obra, lo que produce la libertad imprescindible para fabricar algo que es tan ajeno a la especulación como al concepto o al símbolo. No pretendo expresar sensaciones, lo que deseo es producirlas. Busco la revelación abstracta más que el relato figurativo (aunque a veces éste concurra sin ser convocado). Nunca sé qué voy a pintar y esta es la mayor motivación para que lo siga haciendo.
Considero mis cuadros como ensayos, como excursiones plásticas. Creo que la pintura es un periplo donde lo que importa menos es el destino porque los accidentes, las contradicciones, los fracasos y las frustraciones, los aprendizajes y los descubrimientos de la travesía constituyen un cuerpo operativo lo suficientemente sugerente como para desviarse de cualquier propósito y para adentrarse en situaciones imprevisibles, carentes de señales orientativas. Hay una sensación de que la pintura se expresa a través de mí y no yo a través de ella.
La pintura es un artificio y una mentira, tal como toda acción artística lo es, pero las sensaciones y las percepciones subjetivas que puede llegar a producir son reales. Ésta es la condición de la pintura.
Fernando Biderbost
Todo lo que sitúo en el cuadro (color, dibujos, manchas... ) es aglutinado y ensamblado por medio del aire (lo que produce una atmósfe- ra ensimismada). Y a éste no lo puedo controlar pues es involuntario. Porque pintar el aire es un imposible. Aparece espontáneamente, lo que asumo como pintar sobre un cubo y no sobre un plano. Y en esa atmósfera instintiva es la luz la que gobierna. El resultado es una pintura autónoma y autorreferencial que trata de huir del “yo” del ejecutor que se distancia de la obra, lo que produce la libertad imprescindible para fabricar algo que es tan ajeno a la especulación como al concepto o al símbolo. No pretendo expresar sensaciones, lo que deseo es producirlas. Busco la revelación abstracta más que el relato figurativo (aunque a veces éste concurra sin ser convocado). Nunca sé qué voy a pintar y esta es la mayor motivación para que lo siga haciendo.
Considero mis cuadros como ensayos, como excursiones plásticas. Creo que la pintura es un periplo donde lo que importa menos es el destino porque los accidentes, las contradicciones, los fracasos y las frustraciones, los aprendizajes y los descubrimientos de la travesía constituyen un cuerpo operativo lo suficientemente sugerente como para desviarse de cualquier propósito y para adentrarse en situaciones imprevisibles, carentes de señales orientativas. Hay una sensación de que la pintura se expresa a través de mí y no yo a través de ella.
La pintura es un artificio y una mentira, tal como toda acción artística lo es, pero las sensaciones y las percepciones subjetivas que puede llegar a producir son reales. Ésta es la condición de la pintura.
Fernando Biderbost
My work is instinctive, a slow, constructed improvisation. Then the work meditates on itself and I let the paint speak. The colours think,
the touch sees and the eyes listen.
Everything I put in the painting (colour, drawings, splashes...) is joined and assembled by the air (which produces a self-absorbed atmosphe- re). And that I cannot control because it is involuntary. Because painting the air is impossible. It appears spontaneously, which I accept as painting on a cube, not on a plane. And in that instinctive atmosphere light is what governs. The result is an autonomous self-referential painting that tries to flee from the artist’s ‘self’. Who distances himself from the work, which produces the freedom essential to making something that is as foreign to speculation as it is to concept or symbol. I'm not trying to express sensations, what I want is to produce them.
I seek abstract revelation more than a figurative story (although this sometimes happens without being convoked). I never know what I'm going to paint and that is what most motivates me to keep painting.
I think of my works as essays, as plastic excursions. I think that painting is a journey in which what least matters is the destination because accidents, contradictions, failure and frustration, lessons and discoveries throughout the adventure comprise an operative body suggestive enough to detour from any purpose and to enter unpredictable situations, lacking signs to guide us. There is a feeling that painting is expressed through me, not me through it.
Painting is an artifice and a lie, much like any artistic action, but the sensations and subjective perceptions that can be created are real. That is the condition of painting.
Everything I put in the painting (colour, drawings, splashes...) is joined and assembled by the air (which produces a self-absorbed atmosphe- re). And that I cannot control because it is involuntary. Because painting the air is impossible. It appears spontaneously, which I accept as painting on a cube, not on a plane. And in that instinctive atmosphere light is what governs. The result is an autonomous self-referential painting that tries to flee from the artist’s ‘self’. Who distances himself from the work, which produces the freedom essential to making something that is as foreign to speculation as it is to concept or symbol. I'm not trying to express sensations, what I want is to produce them.
I seek abstract revelation more than a figurative story (although this sometimes happens without being convoked). I never know what I'm going to paint and that is what most motivates me to keep painting.
I think of my works as essays, as plastic excursions. I think that painting is a journey in which what least matters is the destination because accidents, contradictions, failure and frustration, lessons and discoveries throughout the adventure comprise an operative body suggestive enough to detour from any purpose and to enter unpredictable situations, lacking signs to guide us. There is a feeling that painting is expressed through me, not me through it.
Painting is an artifice and a lie, much like any artistic action, but the sensations and subjective perceptions that can be created are real. That is the condition of painting.
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