Debió suspirar aliviado ayer José Ignacio Wert cuando le dijeron que Esther Ferrer (San Sebastián, 1937), galardonada con el premio Velázquez, decidió aceptarlo, vía telefónica desde París, donde reside desde hace muchos años. También en 2008 la artista dijo «sí» al Nacional de Artes Plásticas. El jurado, presidido por Miguel Ángel Recio, director general de Bellas Artes, valoró «la coherencia y el rigor de su trabajo durante cinco décadas, en las que destaca como una artista interdisciplinar, centrada en la performance y conocida por sus propuestas conceptuales y radicales». Se está convirtiendo en una moda rechazar los premios culturales concedidos por el Ministerio de Cultura. De ahí que la noticia sea esta vez que alguien lo acepte.
Esther Ferrer se suma a una nómina formada por Ramón Gaya, Antoni Tàpies, Pablo Palazuelo, Juan Soriano, Antonio López, Luis Gordillo, Cildo Meireles, Antoni Muntadas, Doris Salcedo, Artur Barrio y Jaume Plensa, que el próximo lunes recibirá el galardón en el Museo del Prado. En 2012 el Velázquez no se falló debido al boicot de las asociaciones artísticas que proponían a los miembros del Jurado, como forma de protesta por la política cultural del Gobierno.
–Recibir un premio que lleva el nombre de Velázquez, ¿satisface especialmente?
–¡Bien sûr! Prefiero a Velázquez que a otros artistas, por supuesto...
–Pregunta ya obligada en cada concesión de un premio de cultura estatal. ¿Va a aceptar el galardón? Imagino que está al tanto del rosario de renuncias...
–La postura de cada uno es perfectamente respetable. He dicho sí cuando me han llamado para comunicarme la noticia. No voy a decir ahora que lo rechazo. Lo he aceptado y no tengo más que una palabra. Pero puede ser la oportunidad de decirle al Ministerio de Cultura español que cambie de postura, que cambie de táctica, que se ocupe de lo que se tiene que ocupar y que favorezca la cultura en España.
–Piensa, pues, que no hay que rechazar un premio para ser crítico con el Gobierno que lo concede, que se puede aceptar y decir uno lo que piensa...
–Que me den un premio no me va a callar la boca. No me va a impedir decir lo que pienso. Y creo que la cultura en España es un desastre. Hay que ayudar a todos los creadores. No entiendo por qué los artistas tienen que ser los más desfavorecidos. Sé que hay gente que lo está pasando peor que los artistas. Pero la creación, en general, está sufriendo.
–Hoy (por ayer) se ha presentado un informe del mercado del arte en España. Aunque ha crecido muy débilmente (un 3%), se tiene la sensación de que aún se ve en España el arte como un objeto elitista, de lujo... Leopoldo Rodés insiste en que «la cultura en España no está bien tratada»...
–Depende de las políticas que se sigan. Hay que estimular y favorecer la creación en las escuelas, entre todas las instituciones. Que haya libertad de expresión no solo en el arte, sino en todos los ámbitos.
–Usted que siempre ha sido tan reivindicativa y combativa en el mundo del arte desde hace más de cinco décadas, ¿cree que sigue siendo necesaria, hoy más que nunca, esa función social del arte?
–Todas las profesiones, todas las actividades tienen su propia responsabilidad. Me niego a aceptar que el artista tiene más responsabilidad social que una persona que trabaja en una oficina o un conductor de camiones. Todos la tenemos. Para mí el artista no es un privilegiado, es una profesión como otra.
–Mañana (por hoy) tendrán lugar en el Reina Sofía 6 performances para rendir homenaje al grupo ZAJ, del que usted formó parte, con motivo de los 50 años de su creación. ¿Goza hoy de buena salud la performance, de la que usted es una de las pioneras?
–La performance ha evolucionado en muchos sentidos. Cada vez es más polimorfa. Y eso está muy bien. Lo cual no quiere decir que me interese todo lo que se hace hoy en el mundo de la performance. Pero sí es muy interesante que evolucione y se transforme. Hay mucha gente que hace performances hoy en día, cada vez más, pero eso puede ser una moda como cualquier otra.
–¿No se corre el riesgo de que, si se convierte en moda, gracias a figuras tan mediáticas como Yoko Ono o Marina Abramovic, se desvirtúe en cierto modo el mensaje o la función social de la propia performance?
–Yo no soy nada fanática de definiciones ni de purismos. No soy una papesa ni una sacerdotisa. Tengo una opinión y me la reservo para mí. Cuando veo una cosa, me interesa o no. Lo que hagan los otros es su problema. Creo que la performance ha sido siempre un híbrido, un hijo ilegítimo, que ha combinado todo.
–Dice usted que la performance es la manera más democrática de hacer arte.
–Sí, así es.
–Artistas como las citadas Yoko Ono o Abramovic han ayudado a hacerla más popular...
–Yo encuentro muy bien su trabajo. Son dos artistas muy interesantes que han hecho un trabajo soberbio. En cuanto a la mediatización, cada uno lo lleva de una manera. A mí me agobiaría... Al parecer ellas lo llevan muy bien, pero eso no resta valor a su trabajo.
–El hecho de que las grandes performers sean mujeres, ¿a qué lo atribuye? ¿Es mera casualidad?
–Me encanta que sean mujeres.
–Está instalada en París desde hace mucho tiempo. ¿Sigue el mundo artístico en España? ¿Qué le parece?
–Voy poco a España; llego a trabajar y me voy. Estoy poco al corriente de lo que se hace, pero sí de la situación de la cultura en España, que es muy precaria.
–En comparación con la de Francia, ¿es mucho peor?
–Aunque parezca mentira, yo vivo muy marginada del mundo del arte. No busco nunca exponer, ni hacer performances, ni que me den premios... No conozco a los críticos, nunca he pedido dinero a ningún Gobierno ni a ningún ministerio. Simplemente, hago mi camino como puedo. Sin en el camino se cruza que te dan un premio, pues bueno...
–¿Vive alejada conscientemente de todo el fuego de artificio que rodea al mercado del arte?
–Yo vendo mis obras y vivo de esto. Pero de ese trabajo se ocupan las galerías.
–En 2008 le concedieron el Nacional de Artes Plásticas y ahora el Velázquez. ¿Cree que se le ha reconocido tarde en su país?
–Nunca he buscado ese reconocimiento. Solo he buscado en mi vida vivir haciendo lo que hago, que es lo me gusta hacer. Si lo reconocen los otros, pues maravilloso; si no, pues no me importa nada. Si no me hubieran reconocido, hubiera seguido siendo la misma, trabajando igual. A lo mejor si me hubieran dado el premio más joven me hubiera equivocado.
–¿Sabe ya en qué va a gastar los 100.000 euros con que está dotado el galardón?
–Es curioso que me den este premio en un momento en que realmente tengo un problema económico.
–A sus 77 años, sigue en plena forma. ¿Cuáles son sus proyectos más inmediatos?
–Seguiré trabajado con premios, sin premios... A mí me encanta hacer proyectos sin saber si algún día llegarán a hacerse o no. No voy a empezar a producir más porque me hayan dado un premio. Una de las ventajas de ese «no reconocimiento» del que hablaba usted antes es que durante muchos años, como nadie me proponía exponer y nadie se interesaba por mi trabajo, tengo muchísima obra y proyectos antiguos que ahora, veinte años después, pueden hacerse. Hay en mi estudio muchísima obra que nadie ha visto. Tengo el mes que viene una exposición en Bélgica, estaré en ARCO con alguna galería. Pero mi proyecto fundamental, cuando se acabe todo este barullo, será volver a encerrarme en mi estudio y seguir trabajando.
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