domingo, 26 de octubre de 2014

El bromista que iba en serio




Solo han venido ocho de las 128 obras que Maurizio Cattelan ha realizado desde la década de los ochenta del siglo pasado, pero bastan para no dejar a nadie indiferente. Ocurre cuando se recorre en silencio la sala blanca inmaculada y casi vacía del antiguo mercado de mayoristas de Málaga hasta toparse con La rivoluzione siamo noi(2000), una instalación compuesta por una figura del propio Cattelan, vestida con el traje de fieltro característico del artista alemán Joseph Beuys, colgada en un perchero. O cuando se retrocede y el visitante se da de bruces con Bidibidobidiboo (1996), en la que presenta a una ardilla disecada que se acaba de suicidar postrada en una mesa de cocina y que ahonda en la crisis existencial del paso de la adolescencia a la madurez.
Son dos de las ocho creaciones que el artista italiano Maurizio Cattelan (Padua, 1960) exhibe en el Centro de Arte Contemporáneo Málaga (CAC) hasta el próximo 4 de enero en su primera exposición individual en España.
Tildado a veces por la crítica de bromista, Cattelan es uno de los artistas contemporáneos de mayor resonancia internacional, con un estilo en el que lo pop, la ironía, el humor y la sátira sirven como vehículos para comunicar un soterrado mensaje político y una ácida crítica institucional.
Provocador nato, travieso e irreverente, Cattelan hace uso de la cultura popular, de la historia y de la religión para dilucidar sobre el comportamiento humano de manera divertida a la vez que profunda.
Así, en La rivoluzione siamo noi, Cattelan pretende despojar de misticismo y divismo todo lo que rodea al arte contemporáneo. “Es una llamada de atención a la desacralización del arte contemporáneo. Solo cuando una obra baja del pedestal se le permite al espectador dialogar con ella, criticarla e incluso no aceptarla”, explica Fernando Francés, director del CAC Málaga, quien agradeció a la coleccionista italiana Patricia Sandretto la cesión de ocho obras pertenecientes a su fundación para organizar esta primera muestra del artista italiano en España. “No es nada sencillo contar con Cattelan, incluso para los grandes museos”, añadió Francés.
“Desde que se organizó su retrospectiva en el Museo Guggenheim de Nueva York en 2011, donde se pudo ver casi toda su producción desde finales de los años 80, Maurizio ha dejado de crear. Dice que por falta de inspiración, pero ya veremos qué pasa porque ya en su primera exposición en 1989 tuvo una crisis creativa, cerró la galería donde exponía y colgó un cartel que decía Torno súbito (Vuelvo pronto)”, señaló entre risas Sandretto, íntima amiga de Cattelan.
“Creo que es un juego artístico decir que no va a producir más. Cattelan no se conforma con ser un artista; sufre una lucha interior que le empuja a querer ir por delante de la evolución del mundo y, por eso, como ve que es imposible, hace como Mafalda y se baja de él”, reflexionó Francés sobre el parón creativo de Cattelan, quien retirado en Nueva York anda volcado en su revista visual Toilet Paper, donde sigue desplegando su espíritu crítico a través de imágenes igual de desafiantes, surrealistas y polémicas como lo fueron en su día sus obras La nona ora (1999), en la que un meteorito derriba al papa Juan Pablo II, o Him (2001), en la que presenta a un Hitler rezando arrodillado atrapado en el cuerpo de un niño.

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BLANCA ORAA MOYUA

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