Soledad Lorenzo, uno de los faros de costa del galerismo español de los últimos 30 años, llegó al arte por accidente. Su padre, Pedro Lorenzo, tuvo la culpa. En los años duros de la posguerra, con la familia 'desplazada' a Barcelona, aquel empresario textil represaliado por su firmeza republicana visitaba cada domingo las galerías de la ciudad con una niña de la mano. Aquella párvula, tras muchos avatares y traspiés, sorteando momentos difíciles y revocando un destino que a los 40 años le obligó a reinventarse, llegó al mundo de arte rescatando de la memoria aquellas conversaciones sobre arte con su padre, aquellas visitas a las galerías de entonces, aquella pasión por la cultura que flotaba en su casa. Mucho tiempo después, Soledad Lorenzo se convirtió en una de las galeristas más respetadas de Europa, apoyó la confección de un paisaje artístico solvente en el erial de la España de los años 70 y 80 (en la estela de Juana Mordó y en línea con Juana de Aizpuru, Elvira González y Helga de Alvear) y abrió galería propia.Su nombre fue su marca. Esa aventura duró 25 años. Y en diciembre de 2012 plegó el mítico espacio de la calle de Orfila, en Madrid, desde donde educó a varias generaciones para el arte contemporáneo. El mismo lugar donde "inesperadamente", asegura, forjó con el tiempo una excelente colección de obras. La misma que ha decidido donar al Museo Reina Sofía en la que es la mayor cesión privada en la historia de la institución: 385 piezas de 90 artistas. Pintura, escultura, fotografía, instalaciones, vídeo y papel. Una metralla fastuosa.
"Hace algo más de dos años que comencé a pensar qué haría con la colección. No tengo hijos y para mis sobrinos sería un inconveniente mantener todo esto", explica Soledad Lorenzo a EL MUNDO. "Entonces creí conveniente proponerle al Reina Sofía que fuese depositario de mis obras. Es un gran museo en manos de un extraordinario director, Manuel Borja-Villel. Me interesaba que el destino de mi fondo fuese a parar a un museo público, donde sirva a la sociedad. Uno de los sentidos del arte, para mí, es educarnos la inteligencia de la mirada, así que no hay mejor espacio que el Reina Sofía".
La fórmula adecuada que las dos partes (museo y galerista) han fijado es la de un registro temporal de la colección por cinco años con promesa de legado. Tan sólo faltan los últimos trámites de estampación de firma, que se concretarán en estos días. "Es decir, las obras se quedarán definitivamente en el museo", sostiene Borja-Villel. "Es una donación impresionante y Soledad Lorenzo ha manifestado una enorme generosidad". Ahora falta por estudiar cómo se integrarán las obras en la colección permanente de la institución. "No he puesto ninguna condición sobre cómo exponerlas", explica Lorenzo. "Respeto mucho el criterio del director y sabrá hacerlo de la mejor manera posible. Lo único que he pedido es que se use. Que no se guarde en el almacén, que se conviertan en parte viva del museo".
El Museo de Arte Contemporáneo y Moderno de Santander (MAS) exhibió parte de la colección de Soledad Lorenzo el pasado verano. Y en invierno fue el Centro del Carmen de Valencia quien acogió otra muestra sobre estos fondos. "La primera persona que me hizo ver la cantidad de obras que tenía fue Salvador Carretero, director del MAS". Los artistas más representados son algunos de los que dieron cuerpo a la nómina de su galería: Palazuelo, Barceló, Sicilia, Uslé... Y de todos guarda anécdotas sobras las piezas que Soledad Lorenzo fue adquiriendo. En el salón de su casa, por ejemplo, cuelga una tela de Uslé de la serie 'Soñé que revelabas', que ella adquirió al artista en la última exposición que hicieron juntos en Madrid. "Lo singular es que esa obra fue reservada con antelación por un cliente. Es decir, estaba medio vendida, pero el tiempo pasó y quien la quería adquirir perdió el interés, así que cuando se disolvió la venta me la quedé yo. Como verá, de nuevo el accidente".
En casa de Soledad Lorenzo hay ocho grandes telas y dos o tres esculturas. "Estas, de momento, se quedarán conmigo aunque forman parte de la donación. He pedido al museo que me las deje. No quiero quedarme sin las obras que me acompañan. Incluso hemos llegado al acuerdo de poder cambiarlas por otras cuando lo consideremos oportuno. Es decir, ahora será el Reina Sofía quien me preste obra a mí", bromea la galerista.
Sólo hay una pieza que no está en el documento original de esta operación: la escultura de la serie de arañas de la artista estadounidense (de origen francés) Louise Bourgeois. "Fue un regalo que me hizo ella poco después de conocernos. Es una pieza muy especial para mí. Esa se quedará conmigo hasta el final".
Y, una vez más, cuando menos lo esperas, Soledad Lorenzo vuelve a afirmar lo que no ha dejado de decir: "Nunca he sido coleccionista, sino galerista. Que quede claro". Y claro queda, con el paradójico detalle de que ha realizado la mayor donación de obras contemporáneas a un museo español.
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