Se declara una esteta desde que llegó al mundo del arte finales de los ochenta, cuando se licenció en la facultad de Bellas Artes del País Vasco y se empapó de todo lo que ocurría entonces en Arteleku de manos de Ángel Bados. Fueron años movidos para Ana Laura Aláez (Bilbao, 1964). Varias becas le llevaron a Nueva York hasta que en 1993 se asentó en Madrid y empezó a trabajar con la galería Juana de Aizpuru. Hasta 2004 hizo allí alguna de sus mejores exposiciones, hasta que el relevo lo cogió los galeristas Soledad Lorenzo y Moisés Pérez de Albéniz. Con éste último inaugura exposición el próximo 11 de septiembre.
La ha titulado Impostura y mucho tiene que ver con su actitud vital esteticista, con la búsqueda de representarse como lenguaje, eje de su trabajo todo este tiempo. También viene al hilo de una entrevista que le ha hecho Zoe Bray para el último número de julio de la revista londinense Paradoxa. International Feminist Art Journal. "En mi propio contexto social se me consideraba una impostora porque no reflejaba la realidad que se me imponía rígidamente por mi condición de clase, de género y de lugar, si no que transformaba mi experiencia en símbolos. Desde ese momento, eso que para los demás era impostura, para mi se convirtió en arte", explica.
Lo hace desde un pequeño pueblo de Mallorca, donde ahora vive y trabaja, en un espacio aislado que hay en el jardín de su casa. Está invadida por muchas de sus maquetas, bocetos, fotografías y esculturas. También por catálogos y libros, entre ellos el Aleph y Ficciones de Borges, cruciales cuando era estudiante, y que ha rescatado a raíz de sus últimos trabajos. Los llama "referentes impostores". Limbo, de Agustín Fernández Mallo, pone la nota poética al lugar estos días. También la de Ana Laura es una investigación sentimental. Últimamente ha recuperado la práctica del dibujo y escribe mucho. "Tengo la perspectiva necesaria para hacerlo y la plataforma de mi página web es perfecta. Esa escritura se está colando en mi trabajo y muchas veces me ayuda a tomar decisiones estéticas. El problema es que la carpeta que he titulado 'ideas' está muy desordenada y aún me cuesta bastante desarrollar cada tema. Ese proyecto lo considero como 'mi otro estudio nómada'".
-Se define, ante todo, como escultora...
-Me siento atraída por la escultura que consigue un puente entre lo biográfico y lo general. Fue crucial cuando conocí trabajos como el de Eva Hesse, Ana Mendieta, Hanna Wilke, Francesca Woodman, Martha Graham, Carolee Scheneemann, Louise Bourgeois... En el País Vasco casi todos los escultores eran hombres en mi periodo de formación. A mí lo que me interesa es todo el proceso de reconocerse en el propio cuerpo. La escultura consigue representar el ritual de ese proceso. También es verdad que para mí una canción puede ser una escultura.
-Mucho de eso hay en su próxima exposición en la galería Moisés Pérez de Albéniz. Háblenos de ella.
-Hay dos direcciones que siempre están luchando dentro de mí: las formas acabadas y pulidas y lo más turbio. La pieza principal se titula Like Gold and Faceted, una obra inspirada en el trabajo S.O.S Starification Objects Series, que la artista Hanna Wilke hizo en 1974. Es una forma repetitiva sobre el tabú de la representación de lo genitales femeninos. Para la exposición, he realizado una serie de xilografías, y de ellas nace una pequeña escultura de pared. Hay una obra textil que es una revisión actual Mujeres sobre zapatos de plataforma y La cortesana. También fotografías de la performance Impostura.
-¿Qué conexiones tiene con el contexto artístico vasco del que procede?
-Existe un filón increíble de artistas en el País Vasco. Tengo muy presente el trabajo de muchos de ellos. Cuando en el mundo del arte escuchas esas expresiones de desprecio que se dan tan habitualmente, como "no puedo con los artistas vascos", se evidencia un deseo de eludir una parte importante de la historia del arte contemporáneo. ¿No es increíble el efecto de onda expansiva de actitud y pensamiento que un sólo artista como Oteiza puede hacer en la sociedad a lo largo de generaciones? Aquí se haya un ejemplo cuando se cuestiona si el arte realmente es necesario para la sociedad.
-¿Cree que hacen lecturas correctas de su trabajo?
-Un artista nunca está satisfecho con la lectura que se hace de su trabajo, y yo no soy diferente a los demás. Todos tenemos los mismos problemas en mayor o menor medida. Hay ciertas críticas que son inaceptables y que evidencian falta de profesionalidad. Algo que hablo a menudo con mis compañeros artistas es la diferencia que supone ser mujer. En nosotras, se permiten muchas licencias y recaen críticas que tienen que ver más con la persona que con el trabajo. Somos una perfecta diana. Una mujer está obligada a demostrar todos los días de su vida que es una artista.
-Para que no queda duda, ¿qué es aquello que Ana Laura Aláez tiene que decir?
-Quizás simplemente transmitir que la diferencia es belleza. Mi historia es una historia que se repite. Para mí y para muchas personas, el arte es una cuestión de subsistencia.
-¿Consigue vivir de su trabajo como artista?
-El arte es lo que me ha permitido vivir desde la mitad de mi existencia. Siempre he sido alguien que vive al día. Con toda seguridad, para otro artista esa situación de "aquí-ahora" sería inaceptable. Mi concepto de calidad de vida se basa fundamentalmente en poder expresarme con libertad y en ser autónoma. Estos bienes, por el momento, los tengo.
-¿Cómo se lleva con el mercado del arte?
-El artista se tiene que mantener al margen del caprichoso mercado del arte para crear, y sin embargo no es independiente a él. Es una relación muy complicada. Sobre todo ahora. En Europa la crisis está borrando la clase media y por tanto el arte está en manos de una determinada élite. Esto se multiplica mucho más en otros países, como Oriente Medio o China. Al artista se le obliga a someterse al lenguaje despótico del dinero. Eres válido si tu trabajo se vende. Se hacen listas de artistas tipo "los cuarenta principales" para adquisición de obra. No se mira la aportación del trabajo. Se miran las tendencias. Es muy difícil no sucumbir a todo esto.
-¿Qué opinión tiene del arte español?
-Como no sirve de nada quejarse, me gustaría señalar que, efectivamente es necesaria una buena política cultural (ahora inexistente) que apoye al arte. Pero también es importante que cada persona seamos críticos con nosotros mismos. Si todos aquellos que estamos dentro de la jerarquía del arte: artistas, filósofos, críticos, comisarios, galeristas, museos, coleccionistas, etc. comenzáramos a respetarnos y a no practicar la envidia y el viborismo tan comunes- que son dos defectos totalmente opuestos a la esencia misma del arte- cambiaríamos mucho la situación desde la base. Con este simple gesto se iría quitando la costra de los tiempos del franquismo, de que "lo que viene de fuera es lo mejor" y de no apreciar al vecino. Y lo más importante, se narraría la historia en presente continuo. De nada sirve un reconocimiento cuando un artista está muerto. Es un grave error crear vacíos cuando se reconstruye una época. Además, las mujeres debemos apoyarnos mutuamente sin excusa.
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