viernes, 8 de diciembre de 2017

Alejandro Botubol, "Macropintura", Galería Ponce+Robles (Madrid)


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En febrero de 2016 se celebró en el Palacio de Santa Bárbara de Madrid (antigua mansión de la saga artística y familiar de los Madrazo) un evento que titulado “Casa Leibniz” mostraba la obra de jóvenes artistas españoles. Entre ellos figuraba Alejandro Botubol (Cádiz, 1979) con una obra que inmediatamente llamó mi atención. Dicha pieza se titulaba -de unas manera que me pareció entre ingenua, entrañable y “antigua”- “La luz vence las tinieblas”. Se trataba, por su idea y concepto, de una inteligente “falsa pintura” presentada, técnicamente, como una estructura digamos “científica”: caballete metálico, circunferencia de madera pintada, pintura acrílica y luz led sobre lienzo. Era, por supuesto, una pintura en su más noble interpretación, pero sobre todo se trataba de lo que bien podemos definir como un “dispositivo pictórico”. Es decir, una investigación desde dentro de esta misma disciplina artística, a la manera de una deconstrucción interna de sus principales atributos. Pues bien, creo que aquel brillante “experimento” fue algo así como una conquista, inicial e iniciática, de un territorio creativo (y pictórico siempre) más complejo y profundo, más sugerente y revelador. Casi dos años después del trabajo referenciado en aquella muestra colectiva los avances conseguidos se pueden comprobar en “Macropintura”, la actual muestra que Alejandro Botubol presenta en la galería “Ponce+Robles” de Madrid.
Decía Apollinaire que cada artista inventa sus colores, y estamos plenamente de acuerdo, siempre y cuando esa invención no obedezca a razones puramente físicas o materiales, pero sí a una consideración “mental” que parta de la premisa que la luz (incluso la “Iluminación”) es, en esencia, un conocimiento inmaterial que produce obra por medio de un pensamiento especulativo. O si se prefiere expresado de manera diferente y misma finalidad: todo pensamiento produce una alegoría de lo visible. Como si la luz incluyera todos los signos y los sacara de su ocultamiento para hacerlos subrayar un punto de vista. La obra recién mostrada de nuestro artista es, por encima de cualquier otra consideración, la presentación en el espacio (en su sentido más inabarcable de “horizontes lejanos”, no únicamente el espacio propio de la galería de arte) de un “punto de vista” que tiene mucho de “figuración abstracta”, y ante esta contradicción de intereses opto por defenderme con lo mismo que decía Willem de Kooning: “Incluso las formas abstractas deben parecerse a algo”. Esta idea de de Kooning (que le costó, dicho sea de paso, la “protección” del gran teórico norteamericano Clement Greenberg) la expresó cuando iniciaba la brutal y muy influyente serie de las “Women” (que únicamente fueron seis telas y estaban numeradas). En efecto, si en arte todo es “luz” (abstracción) en movimiento (una escultura tampoco es un volumen fijo pues la percepción de esa masa varía según la posición adoptada por el espectador), podemos entender mejor, de una manera más rica, la frase “incluso las formas abstractas deben parecerse a algo”. 
La idea y su correspondiente práctica que Alejandro Botubol posee de la pintura están muy cercanas a ese “color en acción” que preconizaba Josef Albers en sus clases, pues esta consideración es lo que permite la autonomía del color como medio de la organización plástica. A partir de esta premisa la abstracción pictórica puede “representar”. Es decir: gracias a la espacialidad y luminiscencia del color en acción, como así sucede en las obras que vemos en la galería, “lo pintado” pueden sugerir “formas”, y debido naturalmente a su capacidad de generar profundidad, ya sea proyectiva o recesiva. Cedamos la palabra al artista: “Llega un día en el que todo el universo orgánico comienza a tomar un cuerpo sólido, y por la gestualidad de mis trazos me llevan a una bendita rutina de ritmos inconscientes”. He tomado estas frases de la hoja informativa que ofrece la galería, y la siguiente que transcribo a continuación de una entrevista: “Me gustaría meterme en la cabeza de un Paco de Lucía, Andrei Tarkovsky o Manuel de Falla”. Es decir, de tres músicos, o de tres poetas, o de tres pintores. Todos, a su manera, son practicantes de las diferentes maneras citadas de hacer arte. En seguida volveremos sobre estas declaraciones realizadas por Alejandro Botubol, pero antes un pequeño rodeo para hablar del singular ilusionismo espacial que realiza el artista. O lo que es lo mismo: de la un tanto perturbadora fenomenología de la percepción que de una manera tan eficiente como ¿sensual? lleva a cabo Alejandro Botubol. 
En la hoja informativa de la galería se nos dice que estando el artista viviendo una temporada en Nueva York descubre, en magna exposición en el Guggenheim, la obra inmaterial de James Turrell, lo que le llevó a interesarse de una manera más acusada por otros creadores con las mismas preocupaciones ambientales y espaciales: Dan Flavin, Robert Irwin, Richard Tuttle y otros. Muy de acuerdo y nada que objetar ante esta querencia (más que “influencia”) demostrada por nuestro artista por estos sin duda grandes creadores. Y es aquí precisamente donde retomamos la primera de las frases reproducidas por Alejandro Botubol, y especialmente cuando dice que “todo el universo orgánico comienza a tomar un cuerpo sólido” en el que, aparentemente, parece negar la lumínica inmaterialidad de los artistas citados. Pero no hay tal negación, sino una inteligente lectura de sus obras a la vez que defiende la suya propia a través de dos obras magníficas, muy elegantes y refinadas, presentes en la galería: “Espejo” y la pintura/instalación “Altar de noche” . Por medio de estos dos fantásticos trabajos, y en gran medida de los restantes, podemos aceptar que desee meterse en la cabeza de artistas como Paco de Lucía, Tarkovski, o su paisano Manuel de Falla (músico, confieso, que yo también adoro). Llevaba mucha razón Apollinaire al afirmar que cada artista crea sus colores. Le faltó decir que muchos de esos colores no se fabrican necesariamente con tierras y pigmentos.




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BLANCA ORAA MOYUA

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