Juana de Aizpuru durante la conferencia
De Aizpuru siempre tuvo inquietudes artísticas y un gran interés por las Bellas Artes. Sin embargo, cuando llegó a la ciudad andaluza se le cayó "el mundo a los pies", señala. "Sevilla era una ciudad muy hermética con una sociedad muy exigente que ha tenido siempre un defecto -añade- y es que ha faltado la clase social de la burguesía". Esto se debe a que la Revolución Industrial pasó de puntillas para establecerse en Barcelona y en Bilbao, y "es la burguesía la que mantiene las ciudades, la que alienta la cultura y el progreso". El desarrollo artístico allí era mínimo y el academicismo muy fuerte de modo que mientras que en los países vecinos afloraba el arte contemporáneo, España seguía cerrada en sí misma a consecuencia del franquismo. Pero De Aizpuru, que siempre tuvo un espíritu inquieto y curioso, comenzó a moverse y a trabajar para el colegio de sus hijas, organizó subastas que le llevaron a relacionarse con el mundo del arte.
No hay que olvidar el contexto social en el que estaba sumido el país en ese momento. Tras el acuerdo entre Franco y Eisenhower de establecer tres bases en España, el país empezó a tener peso a nivel internacional. "Los presidentes estaban encantados con el caudillo, había empezado la Guerra Fría y necesitaban una base y aliados en Europa en caso de un ataque de Rusia", rememora ahora desde una distancia prudente. En ese mismo espacio socio-temporal, el galerista que había nutrido a esos jóvenes artistas en Sevilla cerró su galería. Contagiada por el entusiasmo de Molina, quien le propuso a abrir su galería, creó su propio negocio. "Jamás lo había pensado pero era mi futuro", dice.
El renacer de Juana de Aizpuru como galerista
"No quería pedir dinero ni a mi marido ni a mi padre así que me fui al banco y pedí 500.000 pesetas para coger un local y arreglarlo". Contrató a unos obreros para que le hicieran la reforma de aquel local de la calle Canalejas y cuando todo estuvo listo, Juana de Aizpuru fue a ver el local vacío. "Cerré la puerta del local y en aquel momento pensé que era una crisálida de la que iba a salir otra persona. Me di cuenta de que había llegado el momento para el que no había sido preparada, tenía que improvisar pero allí, en ese momento supe que me iba a hacer a mí misma porque todavía no existía", señala. Recorrió el local planificando su futuro como galerista, el instante que significó "el cambio radical en el que moría una persona y nacía otra".Fue entonces cuando coincidieron dos factores que favorecieron su consolidación. Por un lado, "apareció una generación nueva de progresistas con sus trencas, melenas, barbas y el cambio radical en los puntos de vista". Aquellos jóvenes encontraron un lugar de encuentro allí, entre las paredes de la vida de Juana de Aizpuru. Pero ocurre un fenómeno curioso y fue que "los hijos más jóvenes de los aristócratas querían jugar a ser progres y también venían a la galería". Durante esos años y hasta la muerte de Franco en 1975, se convirtió en el lugar de encuentro de los distintos estamentos, "que no clases sociales", de la sociedad.
"Los únicos que saben de arte son los artistas"
Curiosa por naturaleza Juana de Aizpuru siempre se ha mantenido cerca de sus artistas. Para ella esa cercanía es vital en una relación entre artista y galerista. Según afirma siempre ha querido estar rodeada de gente que supiera más que ella, que fuera más culta e inteligente que ella para poder empaparse de su conocimiento y fue rodeada de artistas como erigió su criterio. "En seguida comprendí que los únicos que saben de arte son los artistas, los teóricos saben sobre el arte, no de arte", apunta. A medida que el tiempo transcurría y se iba haciendo con el espectro sevillano su conocimiento aumentaba y a través de Carmen Lafón entró en el circuito de Cuenca con Rueda, Gustavo Torner y Fernando Zóbel. Poco a poco el equipo se iba haciendo con maquinaria y Sevilla ganaba peso a nivel estatal. Ya en el año 1972, tan solo dos años después de abrir su galería, se inauguró el Museo de Arte Contemporáneo de Sevilla, que pronto se convirtió en un gran apoyo para la galerista.Sin embargo la muerte del caudillo reportó algunos bienes como la apertura de España hacia el extranjero. Fue ese instante en el que Juana de Aizpuru empieza a salir fuera, comienza a conocer el arte internacional y a asistir a las ferias de arte contemporáneo internacionales. En ese contexto se planteó que sin una apertura real España nunca llegaría a la altura de sus colegas internacionales. Visitando la feria de Colonia pensó que era necesaria una feria y comenzó a rumiar ideas. Sevilla quedó descartada su lejanía, en Madrid aún no existía Ifema y Bilbao quedó fuera porque ETA ya estaba en activo. Se plantó en Barcelona para hablar con Paco Sanuí pero allí no interesó la idea de una feria de arte contemporáneo. Casualidad o causalidad, a los meses leyó en el periódico que "el alcalde Tierno Galván y Adrián Piera, presidente de la Cámara de Comercio, estaban haciendo un recinto ferial". Lo tuvo claro y esperó a que estuviera en marcha el proyecto pero la impaciencia pudo con ella. Otra casualidad o causalidad le puso el viento a favor: Paco Sanuí fue nombrado director general de Ifema y Adrián Piera, entusiasta del arte, dio luz verde al proyecto ideado por la galerista.
1982: Bienvenido ARCO
Ya estaba plantada la primera semilla para la futura feria ARCO que Juana de Aizpuru en solitario ideó, edificó y erigió. Fueron dos años de intenso y duro trabajo para poner en marcha un proyecto en el que creía pero en el que pocos pusieron entusiasmo. Compuso su equipo y creó el comité pero "lo más complicado era dar credibilidad a la feria en España". Crearon folletos, los divulgaron y "en menos de un mes todos sabían que en Madrid se iba a hacer una feria". Ahí se materializó, al fin, la feria pero se unió otra dificultad: atraer a las galerías internacionales y el impuesto de lujo sobre las obras de arte. De Aizpuru, tozuda pero optimista, siempre tuvo claro que ARCO debía tener un marcado carácter internacional o "no valdría para nada". De modo que decidió recorrer el mundo en busca de galerías de primer orden. En Alemania, de la mano de Heinrich Herchardt, visitó la feria de Colonia, donde conoció a artistas y galeristas que le proporcionaron las primeras confirmaciones de asistencia. Alemania, Suiza, Austria, Italia, América Latina... Juana de Aizpuru había conseguido poner en pie su preciado caramelo.Cuando llegó el día de la inauguración la sorpresa fue encontrarse en las puertas del recinto a 25.000 personas. Tápies, Chillida... estaban todos. "Al arte primero se le conoce, del conocimiento lo amas y una vez lo amas tienes el deseo de poseerlo".Pero lo que faltaba en España era ese conocimiento para el que puso en marcha un programa de actividades paralelas entre las que habría charlas y conferencias de comisarios que explicarían su labor. Así es como asentó las bases de una de las ferias de arte contemporáneo más reconocidas del espectro. El resto es Historia.
Cómo hemos cambiado
Tras unos años liderando a su pequeño los problemas se acuciaron y dimitió. Y cómo ha cambiado la sociedad en general desde entonces. "Antes el buen galerista era el que sabía ver donde otros no veían, el que era capaz de decir, frente a una pieza de un artista nuevo, si era una buena obra, o no, el que era capaz de llevar su negocio, el que era capaz de hacer una feria y montaje", señala. Ahora, en cambio, se trata de "tener mucho dinero y tener una galería en un sitio y otras muchas repartidas porque lo que cuenta es vender mucho y hacerse rico". La galerista, que tiene la firme opinión de que el arte se trata de algo que se rige por algo una intuición personal e íntimo, prosigue sabiendo lo que dice: "El mundo está mercantilizado y el dinero es el que manda".En esa mercantilización de la sociedad, de la vida, de la cultura se tiende al espectáculo y en un contexto en el que el destino del arte debe de ser la sociedad en su amplitud, "su popularización no es un mal sino un bien". Y, "influenciado por los tiempos no cabe la menor duda de que actualmente ARCO también tiene una parte de espectáculo", advierte. En un momento en que los museos baten récords de visitantes la coleccionista se plantea si todo aquel que visitó a la exposición de Dalí en el Museo Reina Sofía y esperó horas de cola realmente tenían tanto interés en el pintor. Y rotundamente concluye: "Lo interesante sería saber si esos visitantes se han enriquecido y si les ha servido para algo"
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