viernes, 23 de septiembre de 2016

EL TÍTULO ES “THE PRESENT IN DRAG” MARTÍ MANEN

Fotograma de The Army of Love, de Ingo Niermann
Trabajar para desmontar, precisamente en un contexto que se presupone para la producción. La edición de la Bienal de Berlín comisariada por DIS es algo así como una serie de giros conceptuales con carga política. Y es otra política, esa política que no quiere leerse como tal, esa que está lejos del sistema político, esa que supone una revolución. Evidentemente no todo el mundo lo puede ver y algunos –además- van a querer no ver las posibilidades, ya que es entonces cuando posiciones de poder contextual pueden descubrirse a sí mismas como conservadoras de un día para otro.
Volvamos a empezar. DIS plantea una bienal que dispara una cantidad de interrogantes importantes en términos de identidad, geopolítica, mainstream, estética financiera y display. Una bienal que cuestiona fondo y forma desde la práctica, desde el presente y desde un campo referencial distinto al asumido. Y, a ver, que incorporen a Rihanna en un marco contextual y no citen a Walter Benjamin u a otros usual suspects de los textos mecánicos del arte no significa que no exista una base discursiva. Lo que pasa es que también aparece otra gramática y otro tipo de distancia. Y esto desarma, esto desajusta, esto obliga a repensarlo todo y a resituar la posición propia. Y entonces el miedo y la incomodidad, entonces el intentar eliminar la posibilidad de otros modos de actuar, de ser, de sentir. El título es The Present in Drag. Y sí, hay giro, hay cambio, hay complejidad y hay posibilidad de todo ello.
La selección de espacios no es nada casual y el tipo de propuesta emocional en cada uno de ellos tampoco. Una escuela de negocios y un barco turístico: el nuevo entramado “urbano”, la mirada y la imposición turística, el futuro de las ciudades mediante la definición económica. Mundo financiero y turismo, las capas de una realidad dominante. Y un bunker y dos ítems clave para el contexto artístico de la ciudad como son KW y la Akademie der Künste. Es en KW y en la academia donde encontramos dos metodologías para el discurso que, en principio, parecen hasta contradictorias. Los discursos no necesariamente tienen que ser algo cerrado, aquí la complejidad.
En KW la exposición es un recorrido lineal de carga emocional, casi una montaña rusa que desmonta identidad y relación, y que también desmonta exposición y lenguaje expositivo. Para empezar oscuridad: una serie de trabajos videográficos, así como el performativo de Alexandra Pirici, en los que una serie de narrativas desmontadas en tiempos y píxeles se preguntan sobre nuevos límites. Cécile B. Evans logra con su instalación generar una dinámica en la que lo objetual y lo digital tienen una lógica común y armónica en la construcción individual mediante dudas. Y construcción es tanto lo físico como el modo en sí, también a nivel lingüístico. Con el video de Alexa Karolinski & Ingo Niermann llega uno de esos momentos clave: Army of love presenta otra posibilidad para el amor, otro tipo de contacto. Es piel, es imposibilidad, es cruzar miradas sin necesidad de palabras. Hay caricias, hay fragilidad, hay dolor pero hay potencia y posiciones fuertes. De hecho, Army of love podría funcionar casi como statement para toda la bienal: enfoca en ese lugar que no se reconoce, ofrece otro tipo de posibilidad social y otro tipo de intercambio más allá de la estructura laboral y generacional dominante. Hay una salida y es en presente, pero implica oscuridad y replantear mucho de lo asumido. Frente a todo, prescindir de códigos preestablecidos para zambullirse en el campo emocional sin rodeos. Y aquí estamos y entonces empiezan los giros: en los momentos de tránsito en exposición explota la estética de las finanzas mediante DIS como voz propia. Pasillos con frases rutilantes y fotos y colores que compartimos como background en nuestras vidas ordenadas. “Stop looking at me like I’m the future”. “I miss the conspiracy”. Pero en exposición, con lo que esta estética entra en duda al mismo tiempo que la estética al uso de la exposición también. Y duele, claro. Es un doble giro, es pensar si es posible ser crítico con lo invisible, tanto lo invisible en la exposición como lo invisible de la dominación económica. Un efecto similar al del video de Karolinski & Niermann: un amable ataque frontal.
Installation view of "Oblivion," 2016 and "Critical Mass: Pure Immanence," 2015; courtesy Anne de Vries; photo: Timo Ohler
La exposición en KW seguirá con saltos entre la idea de display y la construcción emotiva mediante retazos, entre oscuridad y luz natural, en un continuo ir desmontando que va sumando capas que parecen contradictorias: Lo físico y la narrativa rota de un pensamiento en varias líneas temporales a la vez. Anne de Vries y la idea de una comunidad de individualidades en una rave, la construcción digital de seres que se necesitan rodeados para estar solos, para sentir los bajos entrando en tu cuerpo en una enorme sesión de techno. Y, al mismo tiempo, el ritual vía Wu Tsang en el que la historia y la tradición en las artes marciales pasan a ser una buena base para la des-identidad. Masa y sujeto, cuerpo y proceso. Para volver a lo objetual mediante la imposibilidad emocional frente a todos esos mails de empresas que recibimos a nuestros nombres, y Camille Henrot dando respuestas particularizadas a todo ese intrusismo en nuestras cuentas pero volviendo al material, al objeto, al olor. Y es extraño, como que hay algo equivocado, como que el medio no es el mensaje y el presente es ya pasado.
Si en KW el recorrido es lineal en la Akademie der Künste hay una explosión. El espacio en sí, con su transparencia arquitectónica de estética bancaria, obliga directamente a la pregunta de qué estamos haciendo aquí. Hay tensión entre piezas y espacio, hay desubicación constante, hay imposibilidad y desajustes. Bien, la vida. Bien, la historia. Bien, el futuro. Simon Fujiwara y su falso museo alrededor de la felicidad en la economía, usurpando la estética del museo y acercándola a la del almacén barato. Lizzie Fitch y Ryan Trecartin con su estética fuera de control en un do it yourself post-televisivo. Centre for Style mezclando ropa, vitrinas, deshechos y porquerías varias por el suelo, con lo que las miradas entrenadas sufren y las categorías han caído. Y sin olvidar que en el sótano está Hito Steyerl. En el sótano. Arriba, en la luminosidad, el sonido se escapa y Halil Altindere atormenta con un video en el que el rap –y una estética entre el arte, el videoclip independiente y la publicidad de moda- sirve para hablar de fronteras y personas, para hablar de migración y lucha. Un video que persigue muchas de las obras en exposición ocupando su espacio físico mediante el audio. Hay malestar y está bien que sea así. En la academia los niveles están desajustados y la historia se construye sin seguir las estructuras habituales: el material está en presente y no hay categorización. Como si fuera una historia contada mediante una vinculación lógica entre la teoría queer y la reformulación de lo objetual, entre el optimismo y el fracaso, en un asumir que el presente no espera y que, con ello, el pasado está en duda. Hay juego, hay violencia, hay cambios de ritmo y de tono. Hay ítems sin trama, hay capacidad discursiva sin discurso, hay materia y momentos rozando lo ridículo, algo que es extremadamente valiente en un mundo donde la seguridad es moneda de cambio.
The present in drag pide trabajo. Es una bienal que, en el fondo, responde a lo que tiene que ser un evento de este tipo: una situación en la que obligar a replantear por dónde vamos, obligar a una posición inexacta y que posibilite un marco de actuación más allá del momento en sí. No va de ser muy rápidos resumiendo “de qué va esto”, no va de un titular a asumir para pasar al siguiente. Está pasando y está pasando muy rápido, pero espérate, mira, siente y después empieza a trabajar en desmontarlo todo, que hay mucho por hacer.

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