JULIO 6, 2016
Siempre he creído que el papel de un coleccionista es el de conservar, no el de poseer. Esta convicción fue uno de los principales motores detrás de mi decisión de prometer mi colección cubista al Metropolitan Museum of Art en 2013. No consideré crear un museo propio; más bien supe desde el principio, hace unos 30 años, que la donaría a una institución pública.
Un museo es reconocido por la importancia de su colección. A través de colecciones sólidas, los museos son capaces de atraer a más visitantes, y de enriquecer la vida de muchas más personas alrededor del mundo. El papel de los principales coleccionistas privados de hoy, independientemente de dónde se encuentren o qué coleccionen, es el de apoyar e impulsar tantas instituciones como les sea posible.
Un ejemplo de esta filosofía, y del que tuve el honor de ser parte, fue la donación colectiva, dirigida por la junta del Whitney Museum of American Art, en la que se dieron 87 obras clave de la posguerra y contemporáneas. Conocido como “An American Legacy: A Gift to New York”, esta donación transformó al Whitney en un museo de renombre mundial. Fue un regalo para Nueva York, para el país y para todos los visitantes del museo, locales y extranjeros. Además, toda la prensa positiva alentó a otros con los medios para dar a hacerlo.
Fue un gran ejemplo de cómo otros se inspiran para hacer lo propio cuando otros donan, o prometen hacerlo, sus colecciones a instituciones públicas. Y es en gran medida por estas acciones que los museos continúan creciendo, atrayendo audiencias, y siendo parte vital de la sociedad.
Hubo un tiempo en la historia de Estados Unidos en el que no había instituciones públicas, principalmente porque no había fondos gubernamentales para ello. Por eso recayó en los primeros líderes de la industria, los ––Fricks, Carnegies y Rockefellers––“devolver", creando y donando a las instituciones. Estados Unidos siempre ha tenido una tradición de dar, y ellos crecieron bajo este esquema. Mi objetivo siempre ha sido asegurar que la historia de nuestra nación de dar, y las instituciones públicas que han sido posibles gracias a ello, continúen y tengan largo aliento, no sólo en los Estados Unidos, sino a nivel mundial, y por muchas generaciones por venir.
Los museos existen para que las personas puedan ver, entender y aprender. La educación es el objetivo principal de un museo. A un museo privado, ¿cuántas veces lo visitarían? ¿Una, doce, nunca?
Mi propio interés de donar mi colección y de apoyar a los museos existentes en lugar de crear uno propio, viene de mis días como estudiante en la ciudad de Nueva York cuando disfrutaba de ir a un museo para ver una exposición especial, y mientras estaba allí me gustaba pasar el tiempo en la colección permanente, visitando a mis “viejos amigos”. No puedo contar las de veces que crucé las puertas de MoMA y vi esas imágenes familiares una y otra y otra vez. Para mí, los museos privados son para el ego; los museos públicos son para los ciudadanos del mundo––es decir, ¡todos!