domingo, 11 de octubre de 2015

Esther Ferrer: "Mi cuerpo es mi útil de trabajo cuando hago arte"



La artista de performances y poeta visual Bartolomé Ferrando afirma que los trabajos más interesantes en su campo «los hacen las mujeres». De hecho, en España, son ellas las más visibles y potentes. Desde Esther Ferrer, Premio Nacional de Artes Plásticas en 2008, hasta la más joven Alicia Framis, a quien la Academia de Bellas Artes de Múnich acaba de pedirle que abra un departamento de performance. Todas ellas imparten clases, crean redes internacionales, dirigen festivales y mueven por el mundo la vanguardia española de esta disciplina. A lo largo de las últimas décadas lo que más ha evolucionado son sus reivindicaciones, «como lo ha hecho el movimiento feminista, adaptándose a las circunstancias cambiantes», dice Ferrer. «En el campo artístico queda mucho por hacer. Veo las escuelas llenas de chicas mientras en las programaciones de los museos las grandes vedettes siguen siendo los hombres. Pero las nuevas generaciones son muy activas, seguras de sí mismas y gracias a Internet ayudarán a desmontar el actual sistema de galerías, que creo que debe evolucionar». Como afirma Nieves Correa, otra artista de referencia, «el discurso feminista está en el trabajo de cualquier mujer que se dedique al arte». Para Maite Cajaraville, comisaria del festival Piksel, la performance es un planteamiento político: «Me hago mis propias herramientas y rechazo las grandes compañías. El do it yourself y el bioarte, donde se experimenta, de una forma libre, con organismos vivos, bacterias o aparatos electrónicos, son los que conectan el arte con la política, la tecnología y la economía». El cuerpo y la imagen son sus herramientas de trabajo, aunque en la obra de Pilar Albarracín la ropa es importante: «En muy poco tiempo tienes que dar mucha información al espectador. Y a través de lo que vistes se dan muchos datos de una vez».
ESTHER FERRER
REFERENTE MUNDIAL
“La primera vez que vine a Francia estaba terminando la guerra de Argelia. Pero considero que mi casa está en París desde 1973”, explica desde su estudio, al otro lado de la frontera, la artista de perfomance más importante que ha tenido España. Esther Ferrer (San Sebastián, 1937) atesora el Premio Nacional de Artes Plásticas y Premio Velázquez, entre otros. Ahora se encuentra preparando una exposición que hará en el Centro Tomás y Valiente de Fuenlabrada y otra en el Reina Sofía. “Montar una exposición no me permite hacer otra cosa. Es un periodo no creativo. Intento que las muestras sean una obra en sí, que tengan una trayectoria interna. Pero me da mucho trabajo porque le doy muchas vueltas. Cada uno tiene sus límites y yo los fuerzo para encontrar soluciones. A mi, como todo me angustia, esto es una cosa más para la lista. Como si no tuviera ya suficiente...
¿Pero la edad no tranquiliza? 
¡Qué va! Envejecer es horroroso y eso que yo tengo buena salud. La vejez debería estar prohibida pero la alternativa es todavía peor (dice riendo). No entiendo a la gente que habla de la tranquilidad de la vejez. ¡Qué horror! Las angustias son las mismas pero además te duelen los huesos, la cabeza… Tienes todas las patologías propias de la edad. Comes y te sienta mal. Es horroroso. No envejezcas o al menos inténtalo.
Cuénteme cómo fueron esos inicios en España en los sesenta. 
Pues no era nada fácil en esos momentos. Yo conocía muy poquito ese mundo. Como vivía en San Sebastián pasaba la frontera y podía comprar revistas de arte que no había en las librerías españolas porque no le interesaba nada a lo que se llamaba el “Arte Nacional”. Conocía algo de Fluxux y a través de Jose Antonio Sistiaga, que hacíamos el taller de Libre Expresión infantil, me dijo que venían unos amigos suyos de Madrid y que necesitaba a una mujer para hacer unas acciones. Yo dije que sí y ¡voila!, así empecé en ZAJ. Cuando acabamos ese día en el Museo de San Telmo me preguntaron si quería trabajar con ellos, les dije que sí y trabajamos 30 años juntos. En 1996 se disolvió ZAJ y yo continué trabajando. De todas formas en ZAJ cada uno tenía su trabajo independiente. Las obras eran siempre individuales aunque luego las hiciéramos juntos.
¿Cuando se empezó a respetar la performance?
Siempre se nos respetó pero se nos empezó a valorar cuando comenzamos a salir fuera. Ahí se dieron cuenta de que lo que hacíamos no era algo de unos locos sino que se hacía en muchas partes del mundo y era una tendencia artística, un medio de expresión. Y cada vez se enteraban más de qué iba. Sucede como con otras manifestaciones artísticas cuando empiezan. Mira los impresionistas. La historia está llena de estos ejemplos. Al principio choca, les sorprende, no saben por donde va la feria pero empiezan a ver cada vez más y se habitúan. Empezaron a tener un código para comprender lo que hacíamos nosotros y los demás. Cuando te acercas al arte con buena voluntad siempre te queda algo, incluso cuando lo rechazas. El arte no tiene que ser obligatorio. En todas las épocas del arte, como sucede con los inventos científicos, se comienza con un descubrimiento y al final se adapta a nuestra forma de vivir.
¿Existe la performance femenina?
Yo creo que no tiene género aunque haya muchísimas en el mundo de la performance. Pero cada uno le da su enfoque. Algunas sí lo tienen marcadamente feminista porque es su lucha.
¿Y cuál es el suyo? 
El rigor, el absurdo, intentar decir lo máximo posible con los menos medios. Eliminar todo lo superfluo que es solo un adorno para distraer.
¿Cree que ha evolucionado la reivindicación de la mujer en el arte en las últimas décadas? 
Lo que ha evolucionado muchísimo es el movimiento feminista. Se adapta a las circunstancias cambiantes. Pero en el mundo del arte queda mucho por hacer. No hay más que ver las escuelas llenas de mujeres. Pero si ves las programaciones de los museos, las grandes vedettes son hombres, salvo excepciones. Pero esto está cambiando porque las generaciones jóvenes son muy activas, están muy seguras de ellas mismas y se apoyan en la lucha de las generaciones anteriores. Y aunque no les resulte fácil, por la crisis y demás, cada vez hay más dispuestas a reivindicar un puesto que le corresponde en el mundo del arte. Sobre todo las que son más jóvenes que yo que tienen más energía y les corresponde hacerlo.
También influye la visibilidad que da internet.
Las nuevas medias ayudan mucho para que el público tenga acceso a tu trabajo, si te interesa difundirlo de esa manera. Además es interesante que ayude en un futuro a desmontar el sistema de galerías que considero ha de evolucionar.
¿Y hacia dónde le gustaría que se dirigiera?
Me gustaría que fuera como respirar. Que no tuviera un estatuto especial, ni fuera algo excelente o excesivo sin que forme parte de la cotidianidad diaria. Que todo el mundo pudiera tener acceso a hacerlo, verlo, contemplarlo y analizarlo. Los precios de teatro y conciertos son prohibitivos. No sé cómo se podría hacer, pero sí me gustaría que tuviéramos el arte como lo que es, un elemento vital, necesario en la vida de todas las personas, como comer. Todo el mundo debería poder gozar y satisfacerse con el arte porque da muchas satisfacciones. Te puede ayudar a pensar, reflexionar y te estimula para crear. Yo disfruto mucho con el trabajo de los otros.
¿Qué papel desempeña su cuerpo en su obra? 
En la performance el objeto y sujeto es lo mismo. Mi cuerpo es mi útil de trabajo cuando hago arte. Yo necesito un cuerpo y resulta que tengo uno.
¿Y le hubiera gustado tener más? 
Pues creo que no porque uno ya da mucho trabajo (risas).
¿Usa una ropa específica para las acciones?
Uso la misma en la calle que cuando hago una acción. Cómoda, que no me moleste cuando salto, corro o hago movimientos. En una época tenía un pantalón y una chaqueta para hacerlo porque era lo más cómodo que tenía. Se me hizo vieja y la tuve que tirar. Así que a partir de ese momento ya usé la de diario. No tengo un disfraz.
Una compañera suya me dijo que ya no había transgresión en la performance, ¿usted que piensa?
Hoy en día transgredir es muy difícil aunque siempre podrán aparecer nuevas formas. Yo nunca lo he intentado. Ni provocar a nadie. Solo he intentado hacer mi trabajo como lo entiendo y como he considerado que lo tenía que hacer. Si eso es transgredir o choca pues es su problema, no el mío. Si irrito a alguien o le hago pensar pues fenomenal. No tengo ninguna pretensión de enseñar ni iluminar a nadie. No soy ni cura, ni predicador, ni mesías ni profeta. Soy un profesional que tiene sus compromisos sociales y los asume dentro y fuera de su trabajo. Cuando alguien me dice que le ha servido de algo pienso: “uf, menos mal”.
¿Por qué tanta mujer en esta disciplina?
En todos los dominios del arte y todas las ramas de saber y del hacer hay más mujeres, aunque en política todavía son minoría. En Francia hay muchísimas médicas que antes no había. También hay muchísimas mujeres de negocios. Todo va muy lento, el techo de cristal existe, hay que seguir luchando, pero cada hay más visibilidad.
¿Cuándo comenzó a ser consciente de que era una artista reconocida?
Mira yo antes era transparente. Hacía muchas cosas pero no me veía nadie. Pero a partir de un momento te empiezan a dar premios, sigues haciendo las mismas actividades y eres opaca, se dan cuenta que existes. Que te den galardones te da una visibilidad mediática que hace que quien no se interesaba por tu trabajo lo haga o simplemente te conozca quien no sabía nada de ti. Para mi, a parte de que me ha facilitado la vida, que me empiecen a pedir obras ayuda a vivir. He trabajo tantos años sin que mi trabajo interesara a nadie que ahora puedo hacer cosas que antes, económicamente, no podía. Nunca he pedido ni una beca, ni una ayuda a ningún gobierno y no podía hacer ciertas cosas por falta de medios. A raíz de los premios pude hacer fotos que antes no podía o pagar a un ayudante que me ayudara a hacer las obras más complicadas. Materialmente ha facilitado mi vida. Pero vivo apartada del mundanal ruido. No sé lo que dicen de mi. Si me envían los artículos me entero, si no no.

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BLANCA ORAA MOYUA

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