El ideario de Ree Morton (Nueva York, 1936-Chicago, 1977) podría resumirse en su feroz enemistad contra todo dogma. Amaba los mosaicos bizantinos, los ídolos sumerios y la naturaleza con la misma fuerza con la que detestaba a los mentirosos, las pinturas rectangulares, la elegancia o el buen gusto. Atípica en todo, cuando cumplió los 30 años abandonó a su marido y a sus tres hijos para dedicarse en exclusiva a las prácticas artísticas, una entrega que disfrutó durante poco tiempo, ya que murió en un accidente de circulación con 41 años.
Enemiga del expresionismo abstracto y coetánea de artistas como el escultor y poeta Carl Andre,con el que coincide ahora en el madrileño Reina Sofía, Morton no cultivó las relaciones con otros creadores de su generación. Tal vez por ello, su obra es muy poco conocida al margen de los circuitos especializados. Desde su muerte, solo ha protagonizado dos grandes exposiciones: una retrospectiva en el New Museum de Nueva York en 1980 y otra en la Generali Foundation de Viena, en 2008. En consecuencia, la antológica que hasta el próximo 28 de septiembre le dedica el Reina Sofía bajo el título Ree Morton. Sé un lugar, sitúa una imagen, imagina un poema significa todo un descubrimiento de una autora singular, esencial para entender la obra de los creadores más recientes, en palabras del director del museo, Manuel Borja-Villel.[/LADILLO]
La exposición ocupa casi toda la tercera planta del edificio Sabatini de la pinacoteca. Más de cien obras, elegidas por las comisarias Sabine Folie e Isle Laffer, se despliegan por las salas en orden temático, en detallado recorrido por sus escasos años de producción, desde 1968 hasta 1977. Hay dibujos, pinturas sobre lienzo y tabla, instalaciones y piezas escultóricas realizadas con madera, piel o celastic (un material elástico parecido al cartón piedra). Son, en general, materiales efímeros, vinculados a sensaciones corporales, que han hecho que, pese al poco tiempo transcurrido, las obras hayan desaparecido o se hayan deteriorado. Gran parte de las piezas expuestas han sido reconstruidas gracias a sus cuadernos de bocetos, en los que volcaba sus ideas.
Entre mapas mentales, alardes de marrones oscuros y grises o dibujos entre líneas con los que ella se adscribía a la abstracción excéntrica, una cita de Unamuno le sirve para desarrollar, en 1974, su pensamiento ante la vida. “Unamuno defendía el credo de la Ideofobia-No hay que venerar las ideas ni seguirlas ciegamente, hay que usarlas como si fueran zapatos: hay que someterlas e integrarlas en la vida”. El texto forma parte de la pieza creada en 1974 para la galería de la planta baja del Whitney Museum Nueva York, To Each Concrete Man.
Borja-Villel explica que bajo ese convencimiento, Ree Morton crea un universo artístico en el que la relación con la arquitectura y la escenografía es fundamental para entender su trabajo. Los escenarios teatrales con motivos como plantas, lazos, guirnaldas; o conceptos como el amor, la amistad o el ritual del regalo, forman parte de su teatro alegórico, donde el lenguaje se vuelve pictórico y la escultura roza la performance. Su interés por la semiótica y la expresividad, por las cuestiones de la puesta en escena y lo “falso” también debe ser entendido en el contexto de las discusiones contemporáneas sobre el “ilusionismo” de la pintura y la “teatralidad” del minimalismo.
El extenso recorrido por la exposición arranca con la serie Untitle, realizada entre 1971 y 1972; un tiempo durante el que se sabe que realizó una 25 instalaciones similares, pero que, en gran parte, se han perdido. Son acotaciones de un territorio determinado y acotadas siempre por una cerca que tiene la función integradora de un marco.Las piezas están inspiradas en lugares históricos a los que ella les da formas arquitectónica inusuales.
Vienen luego los dibujos de madera, Wood Drawings, realizados en Filadelfia a lo largo de 1971. Son trozos de madera rescatados entre materiales de derribo con los que Morton experimenta la textura y la capacidad del material para asimilar sus experimentos. Ayudada por clavos, tornillos o bisagras, logra esculturas de aspecto sencillo.
La parte con más fuerza visual de la exposición es la dedicada a sus alegorías. Extendida por una pared completa, se puede verSomething in the Wind, (1975), una instalación con más de cien banderas de colores muy vivos tejidas a mano por la artista y destinadas a personas de su círculos de amistades y colegas. Cada bandera lleva un nombre y un dibujo. Esta obra da paso a sus grandes escenografías alegóricas con las que ella trataba de sustituir la contemplación por la participación del espectador. Cada uno podía interpretar la obra a su antojo y vivirla según el estado de sus sentimientos.
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