La personal cartografía de Mona Hatoum, considerada una de las artistas más influyentes del momento, es objeto de una gran retrospectiva en el Centro Pompidou de París, donde pueden contemplarse desde hoy y hasta el próximo septiembre más de un centenar de sus obras.
Libanesa de origen palestino y nacionalidad británica, vive desde 2003 entre Londres y Berlín, y vuelve con esta retrospectiva al mismo lugar donde hace 21 años tuvo su "primera verdadera exposición en un museo", subraya en declaraciones a Efe,
Agradecida por el apoyo recibido entonces, que marcó su carrera, recuerda que aquella muestra no era tan importante como la organizada ahora en la sexta planta del Pompidou, donde triunfaron recientemente las retrospectivas dedicadas a Dalí, Marcel Duchamp o Jeff Koons.
"Un reconocimiento así en un espacio como este es un poco increíble", afirma Hatoum, que instaló junto a los ventanales de la última planta del edificio, ante los típicos tejados de París, uno de sus últimos y más monumentales mapamundis, "Map (clear)", obra de 2014 hecha con canicas de vidrio transparente de 20 mm de diámetro.
En el intento de mostrar las dimensiones de las regiones del planeta con la máxima proporcionalidad, la artista resalta que utilizó la proyección cartográfica de Peters, en oposición a la habitual representación eurocéntrica, que hace parecer a los países del hemisferio norte mayores de lo que son en realidad.
Esta misma visión del planeta puede verse en otros soportes, con los continentes devorados en el centro de una antigua alfombra persa de Bujará; sobre un tejido blanco de algodón y abacá, o sobre un textil de seda y acero gris.
El mundo y sus representaciones, planas o esféricas, así como los mapas en general son, de hecho, temas recurrentes en la obra de esta creadora que gusta recordar la fragilidad e inestabilidad del planeta, de sus fronteras, de los países que lo componen, así como algunas de sus más terribles perturbaciones.
Una de ellas, la guerra del Líbano, transformó su vida en 1975, al estallar cuando se encontraba en Londres, en un viaje de una semana que se prolonga ya desde hace décadas.
Las esculturas-jaula, recuerdo de las viviendas masificadas que rodean las grandes ciudades del mundo; las cunas de tubos de laboratorio, o de acero; el cuerpo humano, el pelo, y los más banales utensilios de cocina sacados de su contexto, forman parte igualmente de su abecedario vital y artístico.
La propia Hatoum (1952), que gusta experimentar una gran multiplicidad de formas, soportes y materiales, incluido el más delicado cristal de Murano, estima no poder hablar de evolución en su obra en sentido lineal, pues afirma "trabajar en círculos", con temas sobre los que vuelve cada cierto tiempo.
En su opinión, sólo se puede ver una progresión lineal al hablar de vídeo y la performance, narrativas de las que se alejó progresivamente a partir de los años 90.
Lo hizo en beneficio de la escultura y de la instalación monumental, articuladas con lenguajes procedentes de la abstracción, la geometría, el minimalismo, el arte cinético, conceptual y surrealista.
Como en 1994, su trabajo tiene por comisaria a Christine Van Assche, quien junto al raro carácter multidisciplinar de Hatoum subraya su compromiso político y su deseo de hablar "de un mundo en movimiento y bastante perturbado".
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