En 2009 la historiadora francesa Odile Delenda presentó en la Academia de Bellas Artes el primer volumen del catálogo razonado de Francisco de Zurbarán, un artista que lleva estudiando tres décadas. Al año siguiente se publicó el segundo volumen. Ya entonces hizo una tremenda purga del millar de obras que se atribuían al artista español: se fijó el corpus zurbaranesco en unas 280 pinturas. Más de 700, pues, perdían su autoría. Desde entonces han seguido apareciendo nuevas obras, lo que hace que Delenda cifre los auténticos zurbaranes en unos 300. Algunas de las más recientes atribuciones se incluyen en la nueva exposición del Museo Thyssen, «Zurbarán: una nueva mirada».
En una farmacia de Sevilla «Pensé que había acabado mi carrera con el catálogo razonado, pero no ha sido así», bromea la comisaria de la exposición, que, junto con Mar Borobia, otra de las comisarias, recorren con ABC la muestra durante el montaje. «Recibo a la semana al menos noticias de un supuesto Zurbarán, pero tan solo uno de cada cien es auténtico». Es el caso de«Aparición de la Virgen a San Pedro Nolasco», fechado hacia 1628-1630. Pertenece a la serie que el pintor realizó para el convento de la Merced Calzada de Sevilla con motivo de la canonización de su fundador. Propiedad de una colección privada, es posible que acabe en el mercado, puesto a la venta por la galería Coatalem de París. Lo mismo que «La Virgen niña dormida» (hacia 1655), en manos de otra galería parisina, Canesso. De este tema cuelgan en las salas del Thyssen tres versiones. La mejor, una del Ermitage. La tercera es un préstamo del Metropolitan.
«Los desposorios místicos de santa Catalina de Alejandría» (1660-1662), de una colección privada suiza, cierra la exposición. Reapareció en 2001. Es la última atribución a Zurbarán llevada a cabo por Odile Delenda en 2012. Posiblemente, se trata de una de las pinturas que se conservaban en su obrador de Madrid cuando murió el 27 de agosto de 1664. Coincide, al menos, con la descripción de uno de sus cuadros que aparece en la testamentaría.
No descarta Odile Delenda que sigan apareciendo obras del artista. Las ha encontrado en una iglesia de Normandía, en un castillo del Loira... y hasta en una farmacia de Sevilla. Seguimos visitando la muestra y surgen más obras que se han ido incorporado al catálogo de Zurbarán. Como un «San Antonio de Padua», descubierto en la iglesia de Saint-Romain de Etreham (a pocos kilómetros de la playa donde se produjo el Desembarco de Normandía) en muy mal estado de conservación. Tras su restauración se certificó que era una obra maestra del joven Zurbarán. Según Delenda, la procedencia de este cuadro sigue siendo una incógnita, aunque cree que pudo formar parte de la colección sevillana de Julian Williams, vicecónsul de Inglaterra, y que pudo llegar a esta iglesia como una donación del conde de Houdetot.
Hay en la muestra más atribuciones recientes:«Huida a Egipto», del Seattle Art Museum; «San Francisco rezando en una gruta», del San Diego Museum of Art; «Cristo crucificado con San Juan, la Magdalena y la Virgen», de la colección Ivor Braka... Pero son muchas más las autorías retiradas. «Mucha gente me dice que por mi culpa su cuadro no es de Zurbarán», advierte Delenda.
Viajan por primera vez a Madrid 23 de las 63 obras expuestas en el Thyssen. Es el caso de «San Francisco de pie contemplando una calavera», del Saint Louis Art Museum; y «San Blas», procedente de un museo de Bucarest. Ambos pertenecieron al retablo de la iglesia del colegio de san Alberto de los carmelitas descalzos de Sevilla.
El maestro y su taller
Otra novedad de esta muestra es que se dedica especial atención a los pintores que colaboraron con Zurbarán en su taller. No fueron demasiados. Aparecen nombres como Juan Luis Zambrano, los hermanos Francisco y Miguel Polanco, Ignacio de Ríes, Bernabé de Ayala y el Maestro de Besançon. Un caso especial es el de Juan de Zurbarán, segundo de los diez hijos del maestro (se casó tres veces) y discípulo aventajado. Fue un excelente pintor de bodegones. Su producción es muy escasa, y muy codiciada, porque falleció prematuramente a los 29 años. Se cree que hay pinceladas suyas en algunos de los cuadros de su padre.
No es ésta una antológica exhaustiva de Zurbarán. Ya las hubo, y muy importantes, en el pasado. Como la que le dedicó el Prado en 1988. Diez años después hubo otra gran monográfica en Sevilla con motivo del IV centenario de su nacimiento. La muestra del Thyssen se ha planteado como una revisión actualizada, una puesta al día, de la producción de Zurbarán. Viajará en octubre, con algunas diferencias, al Museum Kunstpalast de Düsseldorf, que ha colaborado en el proyecto.En una sala de la muestra se confrontan obras de ambos. Un excepcional «Bodegón con cacharros», cedido por el MNAC; «Carnero con las patas atadas» y «Agnus Dei», todos ellos del padre, se miden con espléndidas naturalezas muertas de su hijo. Como «Peras en cuenco de porcelana», del Art Institute de Chicago.
Aunque la pintura religiosa es el eje central de su producción –apenas hizo retratos, pero hay buenos ejemplos en la muestra–, Zurbarán es mucho más que un pintor de monjes. Ha cargado con ese sambenito, lo mismo que Murillo como pintor niños y pajaritos. «Fue Murillo quien copió a Zurbarán y no al revés», puntualiza Delenda. Gran amigo de Velázquez, Zurbarán también participó en la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro. Ambos estudiaron en Sevilla. El color albero de las paredes de la muestra es un guiño a esta ciudad donde Zurbarán –nacido en 1598 en Fuente de Cantos (Badajoz)– vivió gran parte de su vida.
Un pintor moderno
Para Mar Borobia, las pinturas de Zurbarán «siguen hoy comunicando, te hablan... Eso me fascina de él. Se dice que sus pinturas son oscuras, pero es un gran colorista... Y también destacaría su modernidad». Odile Delenda se suma a todo ello:«Se decía que era un pintor torpe, que no tenía imaginación. No hay nada de cierto en ello». Subraya los detalles secundarios de sus composiciones que se tornan protagonistas de sus lienzos: las telas de las santas, los objetos cotidianos, los pies sucios del Cristo Crucificado... «Son pies de haber andado, de haber sufrido –dice Odile Delenda–. Sus Cristos, como los de Velázquez, no sangran mucho». Y una curiosidad: Zurbarán firma algunos de sus cuadros, como «San Serapio» y «San Francisco en meditación», en un papel pinchado en la pared.
Entre las obras maestras presentes en la exposición, las comisarias destacan «San Serapio», pintado en sus años de juventud y el segundo firmado conocido. Ha sido cedido por el Wadsworth Atheneum Museum of Art. Solo se había visto una vez en España y fue hace 50 años. También, «La adoración de los Magos», del Museo de Grenoble;«El martirio de Santiago, del Prado, que ha sido restaurado; «San Francisco en meditación», de la National Gallery de Londres... Además de préstamos de grandes museos internacionales, también los hay de importantes colecciones privadas españolas (Abelló, Arango, Masaveu, Villar-Mir...) Muchos de ellos los adquirieron fuera de España
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