No podía encontrar Jaume Plensa mejor compañía para su último proyecto. Rodeado de espléndidas pinturas de
Tintoretto, Bassano y Ricci, y con
la bellísima arquitectura de Palladio como arrebatadora escenografía, el artista español vivo más internacional desembarca en
Venecia, una ciudad de la que se confiesa perdidamente enamorado, para exhibir sus poéticas creaciones en una de sus iglesias más hermosas:
la basílica de San Giorgio Maggiore. Hoy abre sus puertas la
LVI Bienal de Venecia, pero, como es habitual en las últimas ediciones,
lo más interesante se halla fuera de los Giardini y el Arsenale (sedes de la cita artística): son los eventos colaterales de la bienal, repartidos por los lugares más emblemáticos de la Ciudad de los Canales.
Plensa ha instalado en el interior de la basílica dos piezas monumentales. Suspendida bajo la cúpula, una mano compuesta con ocho alfabetos (hebreo, árabe, chino, japonés, cirílico, griego, hindi y latín), en la posición del Pantocrator que bendice. «Es la gran imagen que define muy bien cualquier religión. En la cultura ortodoxa, en la hindú, en la budista... siempre utilizan las manos, porque es un alfabeto silencioso de comunicación. Es una mano que representa a todo el mundo y que da título a la exposición, “Together”(Juntos). No es una mano que ordena, sino que da la bienvenida, que protege. Si la miras de perfil, con dos dedos hace la forma de la letra «j» y con otros dos la letra «c»: Jesucristo. Es un mensaje encriptado, poético. Esta mano es como una especie de imán y la gente va reuniéndose bajo la cúpula. Resulta muy emocionante», explicaba ayer a ABC, vía telefónica, tras la rueda de prensa.
Crear silencio
A la entrada de la nave, mirando al altar, una de sus célebres cabezas a gran escala, realizada en rejilla de acero inoxidable, translúcida, que parece desvanecerse ante nuestros ojos. En un espacio anexo a la basílica, que forma parte del monasterio, el escultor catalán muestra dibujos y algunos de sus hermosos retratos en alabastro.
«Ha sido una experiencia extraordinaria, muy interesante, porque, aparte de dialogar con la arquitectura de Palladio y la gran tradición italiana, este espacio tiene una función religiosa. Es una iglesia de culto. Ha sido un reto abrir mi obra a esta espiritualidad. Siempre he buscado crear silencio para el espectador, crear una cierta tensión con el mundo interior que llevamos escondido dentro. Este mundo del sueño, del camino interior, entra perfectamente en el discurso de la iglesia. Creo que, cuando Palladio tuvo el encargo de hacer este edificio, se hizo reflexiones muy similares a las que he podido tener yo. No es crear solo un lugar de gran belleza, sino un lugar con una función específica. Y, en mi caso, que no soy de esta religión, he compartido algo muy importante: que la espiritualidad no es propiedad de nadie, nos pertenece a todos. Los monjes benedictinos de esta comunidad están muy felices con mi proyecto, porque abre los brazos a quien venga de cualquier cultura o tradición, porque es un lugar común, de encuentro».
No ha representado Plensa nunca a España en la Bienal de Venecia. Pero sí ha estado presente su trabajo en esta y otras bienales, ferias de arte... ¿Le gustan? «En los últimos años buscan congregar el máximo número de cosas. El mundo es muy rápido, hay
un exceso de información. Pero
me encanta Venecia; cualquier excusa es buena para venir a esta ciudad».
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