Le cambiaban de colegio, pero Christian Boltanski no dejaba de escaparse. Sus padres lo dieron por imposible y le mandaron quedarse en casa. Tenía 13 años. Un día hizo un dibujo que su hermano mayor elogió. “Aquello me marcó. Yo era un idiota casi patológico. Y por fin hacía algo bien. Así que pensé que ese iba a ser mi trabajo”, recuerda el artista parisino. No le ha ido mal. Su trabajo le ha llevado a ser considerado uno de los artistas franceses más influyentes y de mayor proyección internacional. “He tenido la gran suerte de encontrar gente interesante que me ha enseñado muchas cosas. Mi cultura viene de ahí, del oído, del encuentro. Si no me llegan a apoyar mis padres y no nazco en una familia burguesa, con intereses intelectuales, probablemente hubiera acabado en un psiquiátrico”, comentaba ayer el creador de 71 años en Palma de Mallorca, donde la arquitectura gótica de la antigua lonja de mercaderes alberga su última instalación, Sombras.
Precisamente, este entorno “precioso” y protegido, dificultó la concepción de su obra, porque no se puede “colgar nada, ni atornillar en las paredes”, pero también estimuló su imaginación. “El espacio casi de la Edad Media [se construyó en 1420] me llevó a pensar en las antiguas danzas macabras, sombras que representan demonios, mujeres malvadas, personajes del imaginario tradicional. Y lo he mezclado con una obra anterior, el reloj parlante que no podemos parar y que da cuenta de cómo avanzamos todo el tiempo hacia el fin”, explica Boltanski.
La muerte es uno de los temas recurrentes en su trayectoria, así como la memoria, la identidad y el registro de la vida cotidiana de la gente. Nadie lo diría escuchando a este creador humanista, irónico y vitalista, confeso amante de la “comida y la bebida”. “Uno de los males de la sociedad es el rechazo al envejecimiento y a la idea de que vamos a morir. Es mejor no escondernos. Se ha perdido la tradición ancestral de la idea de continuidad, del granjero que sabe que será reemplazado y continuará su obra. Se dice que cuanto más viejos, más sabios, pero ahora somos más viejos y más idiotas, porque no sabemos encender un ordenador…”, afirma, antes de la inauguración de la exposición, organizada por el Gobierno balear a través del Institut d’Estudis Baleàrics, en colaboración con la Galería Kewenig.
Fotografías, vídeos, cartas, grabaciones, recortes de periódicos, ropa usada, muebles desvencijados son materiales comunes en su arte. “Planteo las preguntas universales de siempre, sobre el sexo, la búsqueda de dios, la muerte, la memoria... Espero con mis preguntas crear emociones en todo el mundo, hablar de cosas que el visitante conoce. Es muy importante que en lugar de estar delante de un cuadro, estemos en el cuadro. Hay dos grandes grupos de artistas: los que trabajan sobre la vida y los que trabajan sobre el arte. Goya y Van Gogh, por ejemplo, trabajaban más sobre la vida que Mondrian o Duchamp, que lo hacían más sobre el arte, aunque muchas veces las cosas se mezclan”.
Como se mezclan excesivamente arte, dinero y moda, en opinión de Boltanski. “El arte es importante, universal, está ligado con la utopía. No me apetece mucho exponer en las galerías porque el dinero, aunque es necesario, ha tomado una importancia excesiva. El arte se convierte en un bien industrial, como la moda. Pero el arte es mucho más importante que el dinero, que su valor. Por eso destruyo muchas de mis obras”.
En su obra, no se interesa “directamente por la política”. Pero no vive ajeno a ella. Se define como “conservador” —“más que mi hermano Luc”, apostilla sobre el conocido sociólogo—. Ahora vota al presidente socialista François Hollande. “Aunque estoy más a la izquierda, pero hay que estar con él para no ir más a la derecha”, argumenta, preocupado por el ascenso de la islamofobia en Franciaque pueden potenciar los recientes y terribles atentados en París perpetrados por yihadistas. “Hay cinco millones de musulmanes que sí están completamente integrados y hay miedo a la reacción de la ultraderecha”.
El artista sostiene que “mofarse de todo el mundo es una tradición muy arraigada en Francia desde Voltaire”. “El espíritu del Charlie Hebdo es muy francés”. Y defiende la libertad de expresión de las sátiras de la revista, diferenciándola de las incitaciones al odio o de las manifestaciones de determinados responsables políticos. De padre judío y origen ucranio, Boltanski duda de que hubiera habido manifestaciones tan multitudinarias si los atentados sólo se hubieran dirigido contra judíos. Recuerda que hace tres años hubo cuatro asesinatos en una escuela judía en Toulouse y la respuesta no fue la misma.
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